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sábado, 14 de abril de 2012
TERESA
Fría estaba esa mañana del avanzado abril. Las primeras escarchas blanqueaban la tierra de los fogoneros. Ésos combativos hombres que hartos de los despojos, emprendieran un movimiento de lucha con el que pasaron a denominarse “piqueteros”.
Las manos de Teresa, lesionadas por las arduas tareas del trabajo de fregar y servir a otros, comenzaban su jornada de labor. Su compañero se hallaba en la pueblada, y también, muchos otros hombres y mujeres habitados por la fortaleza de la resistencia. Ésa que imprime a los que luchan, de la convicción de que juntos se puede arrebatar a la injusticia, su imperio arbitrario sobre la libertad, la dignidad y la vida.
Estaban la totalidad de los sectores de los sojuzgados, que otrora tuvieran trabajo, sueños y proyectos. Todos ellos arrebatados por los buitres, que se sentaban a la mesa de la fiesta inescrupulosa. Aquella inmoral y sanguinaria administración neoliberal, que mintiendo desde los discursos desteñidos de antaño, y los progresistas de ese momento, regalaban a las aves rapaces, empresas, recursos naturales y todo lo que les fuera útil; saqueando los bienes de los pueblos.
Con sus recetas de los limones a exprimir, los bendecidos de la juerga dionisíaca, arrojaban a miles de trabajadores a la desocupación, y le arrebataban a los que conservaban el medio de sustento y dignidad, los derechos conquistados por el movimiento obrero.
Teresa llegó a la concentración de organización combativa y fraterna. El júbilo de la lucha, se mancomunaba con el de todos. En un momento, las fuerzas coercitivas comenzaron a reprimir con salvajismo. El mismo de siempre. El de los que amparados por la portación de las armas, vulneran todos los derechos. Desde el más mínimo hasta el esencial: el de la vida.
En medio de la represión de los mesiánicos, que creen poder adueñarse de los destinos de otros, Teresa cayó abatida por un disparo criminal.
Sobre su joven memoria de apenas veinticuatro años, pasaban vertiginosos los recuerdos de los hijos, los padres y los hermanos. Del compañero que le diera la vida de precoces luchas. Del imaginado futuro que no podría tener, porque sus verdugos decidieron ese día su suerte.
Así fue de increíble, de desolador y de absurdo. Así se perpetró ese crimen. Pero algo sucedió en ese instante habitado por el dolor: Teresa fue asesinada pero no murió. Su esencia vive en las conciencias de los que luchan, y cada acción en contra de las injusticias clamando su nombre, es un sublime acto de insurrecta resurrección.
El texto que antecede fue escrito por una compañera del Movimiento Teresa Rodríguez, de la ciudad de Mar del Plata, en ocasión de recordarse este 12 de abril el aniversario del asesinato de Tereza Rodríguez. El homenaje tuvo su momento más emotivo cuando se logró tener un contacto telefónico con los padres de Teresa, diálogo en el cual participaron todos los compañeros presentes. "Parecía que ella cobraba más cuerpo que nunca", comentó una militante de las que diariamente trabajan para generar cambio social.