En el ámbito local y regional, la imposibilidad de acceso público a las costas de un lago, la pretensión de construcción de aeropuertos privados, el intento de traslado del aeródromo local para dar lugar al desarrollo inmobiliario especulativo, la apropiación de un río y la imposición de una usina hidroeléctrica privada como única solución a la problemática de energía, son algunos de los ejemplos que evidencian que la planificación sobre la gestión de nuestro territorio no sólo existe, sino que además está gestada como paquetes cerrados lejanos a las necesidades de nuestra comunidad mediante decisiones tomadas a favor de muy pocas personas.
En los últimos 10 años, no haber desarrollado un Plan Urbano Ambiental sólo ha dejado en evidencia la condición depredadora de quienes ostentan todavía hoy el poder en El Bolsón. Haberse planteado seriamente un Plan Urbano Ambiental con capacidad técnica y política de gestionar, hubiera significado interponerse frente a la mezquindad de negocios especulativos. Entre otras cosas, a este tipo de formas de ejercer el poder es que nuestra comunidad le dijo Basta, con gran contundencia, en las urnas en las últimas elecciones. Son tiempos entonces de pensar la situación con la verdadera complejidad que tiene e involucrar a otros sujetos sociales, hasta ahora marginados.
La visión tecnocrática de los recursos define nuestro hábitat como una máquina. Estándares ambientales y procesos de mitigación imponen el privilegio de la ciencia y la técnica, resultando indiferente lo humano, lo social, la ecología y lo ético. Desde este punto de vista, todo es mercancía y se instaura la lógica de los beneficios a través del juego de la oferta y la demanda. Los resultados de este tipo de emprendimientos se miden simple y solamente en términos económicos.
Por el contrario, la visión humanista para la planificación implica asumir nuestro entorno como una trama de relaciones entre diferentes modos de vida, privilegiando la interacción como forma de resolver los problemas complejos. Se trata de construir un mundo donde la sociedad civil prevalece y sostiene al Estado para superar las relaciones asimétricas de poder. Ésta debería ser la base de una verdadera Política de Estado en relación a la Planificación.
Como ciudadanos y ciudadanas tenemos el Derecho de Participar en las decisiones donde los gobiernos son insuficientes para resolver, no por incapacidad de los representantes, sino por la complejidad de las temáticas. Pero es necesario trabajar en los “cómo” de la participación. Participación Ciudadana no significa que simplemente nos pregunten si las cosas nos gustan (“sí” o “no”). Debemos significar los momentos y las formas de la participación en los procesos de construcción de decisiones, en lo público, en el espacio público, en los asuntos públicos. Y para esto, es imprescindible fortalecer las relaciones entre los actores de este espacio: la Sociedad y el Estado.
La realidad de nuestro hábitat nos muestra síntomas claros de deterioro, entre ellos: fragmentación socio urbana, crisis ambiental localizada, desterritorialización… En este marco, el territorio debe ser concebido como el contracódigo de la globalización. No sólo el soporte territorial, o el terreno, ni siquiera sólo la tierra. El territorio debe ser interpretado como construcción social, política, económica, cultural; dimensionándolo en los términos de cómo la sociedad establece relación con su entorno natural. La geografía la heredamos, el territorio lo construimos: “de dónde somos” es también “quiénes somos”.
Hoy el tema que nos convoca en la Pampa de Ludden es recurrente y repetitivo: el negocio privado con bienes comunes, y está bien seguirla luchando y decirles que NO. Pero no podremos erradicar este flagelo si no nos planteamos una estrategia para cambiar los paradigmas que posibilitan este modelo. Debemos plantearnos una alternativa frente al modelo de urbanización excluyente promovido por la especulación inmobiliaria y la centralización económica, causa fundamental de la segregación urbana y la denominada problemática de “seguridad”, desde donde luego se justifica la criminalización de la pobreza.
La planificación del territorio no pasa sólo por el diseño físico espacial, (…o asegurar con una declaración jurada ambiental la sustentabilidad de los recursos, o el cumplimiento de normas con estándares internacionales para el cuidado del medioambiente). Hay que recuperar dimensiones sociales, políticas, culturales y sensoriales arraigadas en nuestra comunidad, y poder mirar con perspectiva para poder ponerlas en valor.
Es importante para una comunidad la realización de objetivos en conjunto y la formulación de desafíos cada vez más complejos como confirmación a su vez de la superación que puede alcanzarse cuando crecemos y nos desarrollamos en Democracia. Por lo visto, artistas, técnicos, profesionales, comerciantes, agricultores, docentes, estudiantes, obreros… de organizaciones propias de nuestra comunidad están dispuestos a participar, pero es primordial que los dirigentes articulen la maduración de los mecanismos por los cuales los ciudadanos se sientan útilmente retribuidos con el aporte de su saber y su compromiso por el bien común.
Es oportuno comprobar que estamos entrando en una nueva era, con el anhelo de ir superando la demagogia y la reacción de Intendente y Concejales que no han estado a la altura de posibilitar que nuestra comunidad supere las antinomias. Para las nuevas autoridades queda planteado el desafío, convocar y conducir un proceso de Participación Ciudadana para Planificar implicará un esfuerzo intelectual y material sostenido en el tiempo, pero la recompensa estará dada en el hecho de que cuando la comunidad lo practique e incorpore se sintetizará como un nuevo y hermoso modo de vivir. Si esto sucede, la comprobación se traducirá en convencimiento, y éste en realidad, porque no hay duda que en la inmensa mayoría de los habitantes de esta Comarca cobija la esperanza de que OTRO BOLSÓN ES POSIBLE.
Luis Alfredo Martin
El autor de este artículo es arquitecto. Vicepresidente de Coopetel