Por Colectivo editorial Marcha. Contundente triunfo del kirchnerismo y nueva situación en el bloque dominante. El escenario ante la desarticulación de la derecha política. Los desafíos para la izquierda y los sectores populares.
La participación popular volvió a ser masiva. Un caudal cercano al 80% marca un piso alto en el año donde más convocatorias a las urnas hubo desde 1983. A diferencia de una década atrás, hoy por hoy el pueblo percibe como válido el mecanismo por el cual es convocado a decidir quiénes gobiernan los destinos del país. La voluntad popular de revalidar al Gobierno después de 8 años de gestión parece estar expresando un “estamos mejor” respecto de los peores momentos de la crisis de la década pasada que bien puede ser asumido como un piso de consenso contra el regreso a las políticas de ajuste neoliberal.
Esta adhesión mayoritaria que Cristina supo cosechar habilita un nuevo gobierno que plantea ser algo más que eso: una nueva fase de la hegemonía kirchnerista con particularidades distintas a las que expresó hasta ahora. La presidenta reelecta contará con un renovado apoyo popular pero también con un mayor control de los distintos niveles del Estado: mayoría en ambas cámaras legislativas (mediante alianzas en diputados y con mayoría propia en senadores, con lo que logra revertir la situación desfavorable que arrastraba desde 2009) y ampliación de la cantidad de gobernadores que responden al gobierno central. Ello seguramente supondrá que la parte del bloque de poder económico que lo enfrentó -especialmente en el período 2008/2010-, ahora tendrá que buscar la renovación de sus privilegios intentando aprovechar las tensiones internas del propio gobierno, ya sin aire para enfrentarlo desde afuera. Un panorama que, lejos de desagradar al kirchnerismo, parece resultarle funcional.
¿Qué otra opción tendrán la Sociedad Rural o Biolcatti, Techint, Grobocopatel o el propio grupo Clarín, después de ver el lugar de descarte de la historia que el voto popular le otorgó a los más nítidos defensores de los intereses de la derecha económica, política y cultural, llámense Carrió, Duhalde o Alfonsín? Con un resultado electoral “cantado”, los cruces empezaron semanas atrás cuando el grupo Clarín operó para incidir en la sucesión del ministro de Economía. El editorialista Marcelo Bonelli se preguntaba con insistencia, acompañando notas de tapa de “el gran diario argentino” si después de Boudou, proyectado a la vicepresidencia, el viceministro de Economía Feletti asumirá el ministerio para “estatizar” todo, como en Venezuela, o mejor seguirá en Economía alguien más dispuesto a “buscar líneas externas de crédito para conjurar la crisis”. Por su parte, la propia Cristina condesciende a gestos de cordialidad hacia los grupos económicos que se mostraron más hostiles, invitándolos a la integración, como anticipo de una política inclusiva hacia el conjunto del bloque de poder económico. Esta tendencia ha encontrado expresión tanto en el Plan Estratégico Agroalimentario, hecho a medida de la soja y ejemplo de la consolidación del modelo extractivista exportador, como en la foto, a una semana de las elecciones, con la dirigencia de la hasta no hace tanto acérrima opositora CONINAGRO, a quienes desde los medios oficiales ya no osan ni siquiera criticar.
En el plano político esta derecha sólo tendrá como horizonte recomponer una fuerza de recambio hacia el 2015, con la estación intermedia de las legislativas dentro de 2 años. Visto el panorama actual, sólo el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri aparece como la esperanza blanca del espacio conservador, con posibilidades de proponer una polarización que recree las expectativas del núcleo duro del poder económico.
A 10 años del 2001: organizaciones populares y representación política
A esa valoración coyuntural, a ese “estamos mejor” que el pueblo expresó como voluntad mayoritaria en las urnas, es válido sumar una “memoria larga” (un poco más larga, al menos). Es decir, un análisis que exceda la mejoría de coyuntura y mire al futuro mediato, que anhele cambios más de fondo y, por qué no, planifique escenarios y políticas por venir. Que proponga con audacia y convicción la posibilidad de ir por más.
Analizando la jornada, un balance positivo están haciendo por estas horas quienes presentaron su propuesta desde el Frente Amplio Progresista, a partir del acceso a bancas legislativas de referentes populares como Víctor De Genaro en la provincia de Buenos Aires o la renovación de diputados que aportaron a agendas progresistas como Claudio Lozano o Victoria Donda. Harán su experiencia como parte de una fuerza estructurada tras el liderazgo de un referente conservador en lo económico y una construcción de dudosa cohesión integrada por fuerzas con recorridos disímiles y hasta contradictorios.
El FIT, que con el 2,3% a nivel país no logró incorporar a ningún diputado nacional, tendrá por delante el desafío de seguir ampliando su espacio dentro de la izquierda sabiéndose más fuerte en la conducción de conflictos sectoriales puntuales (universidades o comisiones internas) que en las proyecciones políticas de cara a la sociedad.
Además de estos bloques, mencionados con frecuencia en los análisis políticos, ocupan un espacio aún difuso las organizaciones populares surgidas a partir de la rebelión del 2001. De más sólida raigambre en las construcciones sectoriales y aún con incipientes debates sobre la forma de abordar la participación electoral, reside allí una potencia que podría oxigenar al conjunto de la izquierda y de los sectores populares que insisten en la necesidad de transformaciones de fondo.
Estos debates se volverán más actuales en una etapa por venir signada por, al menos, dos elementos estructurales: en lo económico, la situación global torna probable un escenario de desaceleración y dificultades económicas locales, aún siendo prudentes y evitando pronósticos apurados sobre las alarmas de una crisis que aún no se puede mensurar. Y, por otro lado, en lo político, por la configuración de un escenario local dominado por la hegemonía kirchnerista al absorber en su interior las disputas del conjunto del bloque dominante, clausurando aquella mística que le resultó tan funcional para reordenar el mapa político doméstico en función de la antinomia “nosotros o la derecha”. Paradójicamente, las menores certezas económicas y la más favorable resolución de la disputa política al interior del bloque dominante, podrán abrir nuevos canales de legitimación “por izquierda” en lo discursivo y en la acumulación de fuerzas, si el sector que puede interpelar desde ese espectro del panorama político tiene la madurez y las condiciones de superación de sus limitaciones actuales para hacerlo.
Si de esa forma comienza a esbozarse una nueva etapa por venir, habrá condiciones entonces para políticas que se propongan ampliar y superar el “estamos mejor” que el pueblo votó ayer y que los coletazos de la crisis económica mundial en ciernes y los propios límites y tensiones del modelo pondrán a prueba.
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