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jueves, 11 de marzo de 2010
OPINIÓN: DEUDA Y RAPIÑA
Por: Sudestada
Resulta curioso observar que, más allá de un escenario mediático que deja traslucir confrontación y polémica, en un aspecto no hay discusión. En un elemento central de la vida económica de nuestro país, no hay diferencias entre gobierno y oposición: la deuda externa debe pagarse, afirman unos y otros. Lo que los divide, en todo caso, es el origen de los recursos que deben ser utilizados para tal fin. Es más, aquellos que desde hace décadas propugnan el no pago de la deuda como la única opción razonable para interrumpir un mecanismo bicentenario de rapiña en Argentina son señalados ahora, por unos y otros, poco menos que como anacrónicos agitadores de izquierda. Más allá del oportunismo de un sector, que busca debilitar la gestión a través de una constante campaña de desgaste encabezada por los grandes monopolios de prensa; y de la manipulación del otro, que persigue la continuidad del modelo económico de décadas pasadas, explotando el recurso punteril y clientelista para controlar el clima social en los barrios. Todos coinciden en “honrar” una deuda ilegítima, asumida por genocidas o personajes nefastos de la historia local que hoy gozan de los usufructos de una maniobra que entrega los recursos generados por los trabajadores a la usura de los grupos financieros internacionales.
Como sucedió con quienes criticamos la nefasta decisión de adelantar el pago de la deuda al FMI (mientras la mitad del país sigue bajo la línea de la pobreza y las condiciones laborales empeoran), otra vez se escucharon voces que aducen, con hipocresía, la supuesta “funcionalidad” de la crítica. No menos cierto es que en esta disputa muchos supuestos “compañeros” terminan hoy asociados a maniobras de gestión que confirman el modelo contra el cual alzaron su voz años atrás. Ahora, en cambio, insisten en advertir sobre la amenaza de la derecha reaccionaria, como si hubiese modo de justificar la entrega y la rapiña sólo por el hecho del signo político de quien proponga la aberración de seguir pagando una deuda fraudulenta con la miseria de millones.
Si bien tampoco conviene subestimar un clima político que en el continente está signado por el golpe en Honduras, la instalación de bases militares en Colombia y la ofensiva contra los gobiernos de Paraguay, Venezuela y Bolivia; pretender cajonear convicciones y barrer los principios debajo de la alfombra no parece la mejor manera de presentar batalla contra el avance estratégico del imperialismo en América Latina. ¿Hace falta, acaso, recordar que el reclamo del no pago de la deuda forma parte de la identidad de más de una generación de compañeros? ¿Hace falta señalar que para implementar la lógica del endeudamiento sistemático hubo 30.000 desaparecidos que pagaron el precio de oponerse a ese modelo? ¿Será una medida ocasional o será otra más en una larga lista que exige el disciplinado apoyo de muchos, cómplices ahora también de la entrega y la rapiña?
Bolivia hoy
Hay un proceso en marcha en el vecino país. Un camino elegido por la mayoría absoluta del pueblo boliviano, que hoy asoma como un modelo inequívoco de dignidad y justicia después de siglos de explotación e impunidad. En ese camino es válido contraponer opiniones, generar polémicas, intercambiar ideas entre compañeros de la misma Patria Grande. Para conocer, para discutir, para aprender. Por eso, la idea de convocar nuevas miradas sobre el presente, que incorporen también un balance de gestión desde el 22 de enero de 2006, cuando Evo Morales asumió la presidencia, hasta hoy, y que señalen los desafíos que se abren a partir de este nuevo período.
En un país arrasado por la codicia de los miserables, hay una puerta abierta que apuesta al cambio, con sus formas y sus tiempos. En un país de ricas tradiciones culturales, es importante insistir en el concepto de “proyecto en disputa”. Bolivia, hoy, vive ese ”proyecto en disputa” con el pueblo en las calles y diversos sectores intentando hegemonizar un proceso contradictorio y cambiante, mientras la derecha no pierde sus mañas y desde sus privilegiados barrios ricos espera el tropiezo, persigue el desgaste, apuesta a la crisis.
Aquí esta Bolivia, ante los ojos del mundo.