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jueves, 5 de noviembre de 2009

A 34 AÑOS DE SU MUERTE: "TOSCO, MÁS QUE UN SÍMBOLO"


Por Abel Bo

Siempre el mejor homenaje a un revolucionario ha sido seguir su ejemplo. Evocar hoy a Agustín Tosco es plantearnos el desafío de la construcción de una propuesta política socialista y revolucionaria para el movimiento obrero. Tarea difícil si asumimos que Tosco fue – es – uno de los mayores símbolos de una época histórica que definimos como la de la revolución proletaria inconclusa.
El punto de partida de esta recuperación de la memoria histórica ya es desafiante. Las historias oficiales no reflejan precisamente que el auge del movimiento obrero argentino iniciado a partir del cordobazo del 29 de mayo de 1969 haya representado una época revolucionaria en el sentido que el mismo Tosco lo planteaba en su balance político del año 1973 en un artículo publicado en el diario El Mundo:

“Ya en el año 1971, la más importante regional de la CGT en el interior del país, la CGT de Córdoba, aprobó en un plenario la “vía antimperialista al socialismo” como única posibilidad de resolver los grandes problemas económico-sociales, políticos y culturales que padecen. Y que por más ensayos y recetas que se apliquen en el actual sistema, no pueden proporcionar una salida adecuada para una vida digna de todo el pueblo.
Y bueno es recordar lo sucedido en Plaza de Mayo en Buenos Aires el 25 de mayo, ante la presencia de los presidentes de Cuba y de Chile, Osvaldo Dorticós y Salvador Allende, ovacionados vibrante y cariñosamente por el pueblo argentino, al grito de “¡Chile, Cuba, el pueblo te saluda!” y la reiteración en Córdoba el 29 de mayo –en el cuarto aniversario del Cordobazo- en la manifestación más grande que se recuerda en la capital mediterránea, donde el presidente Dorticós fue portado en andas hasta el palco oficial erigido por la Central Obrera Regional. Esta elevación de la conciencia política, expresada a nivel multitudinario y corroborada por las grandes luchas obreras y populares, tanto en las campañas electorales como en las reivindicaciones inmediatas, fue sin lugar a dudas el acontecimiento más importante del año 1973. Elevación de la conciencia estratégicamente invalorable, en la larga lucha por la liberación nacional y social argentina.”

Esta visión histórica expuesta sobre la marcha misma de los acontecimientos, lo colocaron a Tosco en un papel político que excedía largamente su rol de dirigente sindical consecuente con su clase y comprometido con una perspectiva revolucionaria: fue promotor y propagandista de esa perspectiva. Después de más de dos décadas de luchar desde las raíces más profundas de su clase, desde la trinchera en su propia usina como delegado de base en los primeros años 50 hasta su ascenso a dirigente máximo del sindicato Luz y Fuerza de Córdoba, Tosco se proyectó como alternativa antiburocrática regional y nacionalmente. Habiendo pasado épocas tan diferentes como las del primer peronismo (45-55), después la resistencia (55-62), luego los regímenes pseudodemocráticos (62-66) y por fin las dictaduras del onganiato y lanussato (66-73), Tosco asume esta posición política, en momentos en que el auge de masas forzó la desproscripción del peronismo que retorna al gobierno en forma democrática y lleva adelante una política económico-laboral reaccionaria, que él mismo caracteriza en el párrafo siguiente al anterior:

“La apreciación precedente podría ser calificada de excesivamente optimista en función de que todo lo sucedido obedecería a fenómenos de coyuntura o de espontaneísmo, por lo tanto transitorio y fácilmente controlables o diluíbles.
Sin embargo no es así, y nada lo explica mejor que el desencadenamiento de una sistemática respuesta de terrorismo fascista instrumentado por lo más reaccionario que tiene el sistema a nivel nacional e internacional: la oligarquía terrateniente, el gran capital asociado a los monopolios y el imperialismo. Se conoce, y una vez más se prueba, que a un ascenso revolucionario corresponde un auge represivo –a cara descubierta o embozado, físico e ideológico- de las clases y sectores que defienden encarnizadamente sus viejos privilegios. De allí la masacre de Ezeiza y los innumerables atentados a hombres y organizaciones. Los secuestros, torturas y asesinatos de militantes obreros y populares de distinta ideología y ubicación partidaria. De allí el “Pacto Social” a espaldas de los trabajadores, y la Ley de Asociaciones Profesionales y la Ley de Prescindibilidad, y el Decreto de congelación de vacantes, y la reforma del Código Penal, y la defensa de la burocracia sindical, y la convocatoria a la “unidad de todos los argentinos”, y tantas cosas más para la preservación del sistema.
Todo en un proceso de hegemonización de los sectores de derecha en el seno del gobierno, y la erradicación casi completa de los representantes más genuinos de las corrientes populares, revolucionarias y de concepciones socialistas, promovido por el impulso de las masas.”

La evolución del pensamiento y la acción de Tosco no fueron episodios fortuitos. Compañero permanentemente preocupado por su propia formación y la de sus hermanos de clase, se empeñó hasta su último aliento en forjar con su prédica la conciencia y la acción de los trabajadores. El contexto de auge de las luchas que lo tuvieron como principal protagonista fue el marco social. Y su última prisión fecunda (abril 71-septiembre 72) lo unió profundamente a la militancia revolucionaria de su época. Testigo de la gran acción de fuga del penal de Rawson (15 de agosto del 72) fue desde el primer momento de la masacre de Trelew (22 de agosto), campeón en la denuncia de esa matanza de 16 combatientes esa misma noche entre rejas y luego desde las tribunas cuando fue arrancado de la cárcel por la lucha popular. En prisión se sumó como uno más a los equipos de estudio con militantes de las organizaciones insurgentes. Y el 2 de junio del 73, en el asado que brindó en el club Unión Eléctrica en Villa Revol, Córdoba, en homenaje a los combatientes recién liberados, planteó con claridad: “Nosotros, desde el campo obrero, desde el campo sindical, luchamos por la unidad. Queremos la unidad para que la Revolución Socialista llegue antes”.

Su postura, sus gestos, elevaron aún más su papel simbólico y práctico en el movimiento revolucionario de la época. Por eso, cuando el autogolpe del 13 de julio del 73 derrocó al presidente Héctor Cámpora y su vice Solano Lima y se abrió una nueva instancia electoral para el 23 de septiembre, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Frente Revolucionario Peronista le plantearon que encabece la fórmula del Frente Antimperialista por el Socialismo acompañado por el dirigente de la CGT Clasista de Salta Armando Jaime. Tosco desechó la propuesta. Temía ser difamado como el artífice de un “polo antiperonista” ante la candidatura de Perón ya rota su proscripción. Para nada era ésa la naturaleza del FAS y la trayectoria de fuerzas como el PRT y el FRP. Pero además, y fundamentalmente, Montoneros y el Partido Comunista, con mucha influencia en los movimientos sindicales y populares, apoyaban la fórmula Perón-Perón que iniciaba su tercer gobierno al que el mismo Tosco caracterizaba con precisión como reaccionario. En medio del auge, las fuerzas socialistas y revolucionarias perdimos la oportunidad de tener una intervención electoral de trascendencia con una candidatura obrera, que permitiese ensanchar en la legalidad del momento, la huella que el sindicalismo clasista y la insurgencia guerrillera ya habían abierto. El propio Tosco y todo el movimiento obrero y popular pagaron caro este error político, cuya razón hay que encontrarla en la influencia del populismo y el reformismo:

“Otro factor que contribuye poderosamente a mantener oculta la necesidad de arrebatar el poder estatal de manos de la burguesía, es el rol de las corrientes reformistas y populistas como el Partido Comunista y Montoneros, por ejemplo, que desde el campo del pueblo y por tanto escuchados con interés por las masas, difunden también falsas esperanzas apoyando sin rubores a uno u otro dirigente de la burguesía pretendidamente "progresista"...” (Poder burgués, poder revolucionario, Mario Roberto Santucho, agosto 74)

Sin embargo, Tosco no sólo no cejó en la lucha sino que promovió una nueva y más amplia y profunda unidad sindical. Se creó en Córdoba el Movimiento Sindical Combativo (MSC) como un frente de gremios recuperados como Luz y Fuerza, SMATA, Perkins, Caucho, Obras Sanitarias, Viajantes, Lecheros, docentes y numerosas comisiones internas antiburocráticas y agrupaciones de base. La ofensiva fascista alertada por Tosco asaltó sindicatos, los intervino y con la fuerza armada policial y parapolicial (Triple A) lo forzó a él y a tantos otros a la clandestinidad bajo el amparo de un gobierno constitucional tan reaccionario como había previsto. La represión se masificó en Córdoba, Villa Constitución-Rosario-San Nicolás, La Plata-Berisso-Ensenada, Tucumán, Salta y Jujuy, y así de seguido. El MSC se amplió aún más y así nace la Mesa Coordinadora de Gremios en Lucha de Córdoba. Tosco desde la clandestinidad y Tomás Di Toffino (adjunto de Luz y Fuerza, asesinado por la dictadura en 1976) desde la semi-legalidad contribuyen a forjar esta nueva forma de organización que se extenderá en todas las zonas industriales.
Esas organizaciones de poder obrero a nivel local, previstas y planteadas por Santucho en aquel ensayo, son las que protagonizan el momento más alto del auge en las jornadas de junio y julio de 1975, cuando el gobierno peronista lanza el primer gran plan ultraliberal anunciado por el ministro de Economía Celestino Rodrigo. Tosco vive ese momento intenso de huelgas generales y manifestaciones multitudinarias desde la clandestinidad, situación que afecta gravemente su salud e impide su oportuna y adecuada atención. Muere entre el 4 y 5 de noviembre y el día 7, la clase obrera lo homenajea con abandono de fábricas y centros laborales; acto en el estadio Redes Cordobesas, marcha que atraviesa la ciudad y en el Cementerio San Jerónimo, la manifestación es atacada salvajemente por la balacera gubernamental. Digna despedida de la furia capitalista contra quien fue el símbolo de nuestra revolución proletaria inconclusa.
Es hora de retomar su huella, es hora de emular su ejemplo, es hora de nuevos y muchos Toscos.