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miércoles, 12 de abril de 2017

A 20 AÑOS DEL AESINATO DE TERESA RODRIGUEZ

(Viento del Sur).-
Dos abriles. La misma sangre nuestra y el mismo fuego de ellos.
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La década del 90 presentó una situación por demás adversa para las apuestas de transformación radical de la sociedad y puso sobre el tablero un inmenso desafío: enfrentarse tanto a un enemigo poderoso que había logrado imponerse a escala global, como al estigma del fracaso (y no sólo la derrota) de las políticas revolucionarias del siglo. Como ha destacado Perry Anderson, a mediados de los años noventa “reinaban en casi todos los países latinoamericanos versiones criollas del neoliberalismo norteamericano, instaladas o apoyadas por Washington: los gobiernos de Carlos S. Menem en Argentina, Alberto Fujimori en Perú, Fernando Enrique Cardoso en Brasil, Salinas de Gortari en México, Sánchez de Losada en Bolivia, etcétera”. En este contexto, aparentemente, “los movimientos sociales que quisieran legitimarse tendrían que asumir esa realidad, es decir, promover sus intereses particulares sin alterar el orden universal de la democracia liberal. En otras palabras, la revolución en el sentido de cambio social radical ligado a la lucha de las clases subalternas, era despojada del marco conceptual de la política entendida como el arte de lo posible”. De allí que la irrupción de los Movimientos de Trabajadores Desocupados y su consigna de Trabajo-Dignidad-Cambio Social vinieran a “patear el tablero” en nuestro país. Aunque no sólo en él. También en otros sitios de Nuestra América se desarrolló un conjunto de movimientos sociales más radicales. Como bien insiste Anderson, “allí se encuentran desde los zapatistas en México y los integrantes del Movimiento Sin Tierra (MST9 en Brasil, a los cocaleros y mineros de Bolivia, los piqueteros de Argentina, los huelguistas de Perú, el bloque indígena de Ecuador, y tantos otros. Esta constelación dota al frente de resistencia de un repertorio de tácticas y acciones, y de un potencial estratégico, superior a cualquier otra parte del mundo”.

aaa1042383952516656_5899330822232729165_nEn nuestro caso, desde que los pobladores de la sureña localidad de Cutral Có se levantaron (y provocaron aquel formidable “efecto contagio” que llevó a que la mayoría de las provincias del país se encontraran con sus rutas bloqueadas) a hoy, hemos transitado ya más de 20 años. Dos décadas en la que pasaron demasiadas cosas. Lo fundamental: el ciclo de luchas que se inicia a partir de entonces y se extiende de manera casi ininterrumpida hasta el 2003. Su pico más alto: las jornadas del 19/20 de diciembre de 2001. Su quiebre más trágico: la Masacre de Avellaneda.
Existe la discusión de si fue Cutral Có el punto de quiebre o si, por el contrario, estas puebladas se inscriben en un proceso que arranca unos años antes. Es difícil tratar de periodizar, clasificar los procesos sociales, las luchas populares. Es cierto, hay antecedentes importantes antes de Cutral Có. En septiembre de 1992, cerca de 200 obreros textiles despedidos cortaron la ruta en Trelew, quemando neumáticos. En 1993, en Senillosa, a unos 20 km de la ciudad de Neuquén, un grupo de obreros que habían sido despedidos de la obra de Piedra del Aguila interrumpieron el paso por la ruta 22. En marzo de 1994 apareció en Puerto Madryn la primera organización exclusivamente de desempleados (el Movimiento de Trabajadores Desocupados), constituida por ex trabajadores portuarios, pesqueros y de las industrias textiles y metalúrgicas. Sin embargo, de este MTD sólo quedó la sigla.
También está el Santiagazo, en diciembre de 1993. Y en 1994 la Marcha Federal. Y el 24 de marzo de 1996 la gigantesca movilización por los 20 años del golpe genocida. Por esa fecha también ya habían irrumpido los HIJOS con sus escraches.
Sin embargo, Cutral Có, y a partir de allí el ciclo de luchas que se libran, tiene ese “no sé qué” que permite articular de otra manera los procesos de organización popular. Tal vez por eso nos empecinemos en remarcar la importancia de las puebladas. Porque su aporte a las clases subalternas en la recuperación de la confianza en sus propias fuerzas, en la valoración de la lucha como forma de reconquistar los derechos conculcados por las políticas neoliberales fue central. Y la posibilidad, para los protagonistas de aquellas jornadas, de recuperar la autoestima tan golpeada, no nos parece un dato menor. De alguna manera, el método del piquete aportó lo suyo para hacer visible en Argentina la irrupción de las masas plebeyas. Porque hay que decirlo: todo eso se visualizó en el centro del país luego de que la periferia clamara por soluciones urgentes para sus necesidades más elementales.
En este sentido, cabe traer aquí unas reflexiones de Pablo Seman. El piquete, nos dice, es un arma sabia: logra fuerza para los que no tienen casi ninguna. No es por nada, continúa el antropólogo argentino, que gracias a los piquetes, los sectores subalternos de Argentina, en su época de mayor debilidad histórica, consiguieron, a pesar de ello, cambiar la agenda de una sociedad que tenía por principio ignorar sus demandas.
Si bien “el Estado respondió con focalizados planes asistenciales” al reclamo de trabajo que nació en la barricada (políticas gubernamentales destinadas a acallar los reclamos de los más pobres y anticiparse, frenando a los posibles levantamientos que, intuían entonces desde la clase política, se avecinaban en un futuro próximo), surgió sin embargo, a partir de allí, un nuevo proceso de luchas populares. La tríada “cortes de ruta-asambleas-planes trabajar” inició un camino que sería recorrido a lo largo y ancho del país por vastos sectores de la militancia y de nuestro pueblo. Sobre todo por aquellos que venían realizando una reflexión acerca de los límites que la lógica de los años anteriores tenía en la construcción política: volcar los esfuerzos en construir pequeños grupos militantes, que confluyeran con otros pequeños grupos, en la búsqueda de constituir el “Partido Revolucionario de la clase”, en el mejor de los casos. En otros, cobijarse bajo el ala de algún espacio institucional, para realizar alianzas electorales, que se solían romper al otro día de la elección, luego de sacar el 0, 2 % de los votos. Y volver a cobijarse tras el ganador o tras algún perdedor pero “progre” y con posibilidades de sacar tajada en la próxima.

PRONUNCIAMIENTO PÚBLICO DE CÁTEDRA ABIERTA DE PUEBLOS ORIGINARIOS

11 de abril (Red Eco).- Este lunes una familia mapuche no pudo cruzar la frontera desde Chile a Argentina por el Paso Fronterizo Cardenal Samoré. Las autoridades del “lado argentino”  (Senasa y Gendarmería) se lo impidieron porque transportaban Lawen (medicina mapuche). Compartimos el pronunciamiento de la Cátedra Abierta de Pueblos Originarios "Memoria y Recuperación" de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco sede Trelew.

Trelew, Chubut, 10 de abril de 2017.
PRONUNCIAMIENTO PÚBLICO
La CÁTEDRA ABIERTA DE PUEBLOS ORIGINARIOS “MEMORIA Y RECUPERACIÓN” de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco sede Trelew, REPUDIA rotundamente los actos de atropello acontecidos en el Paso Fronterizo Cardenal Samoré contra una familia Mapuche.
En día de hoy, 10 de abril del 2017, dicha familia cruzaba la frontera desde Ngulumapu (Chile) a Puelmapu (Argentina) transportando Lawen (medicina mapuche). Las autoridades del “lado argentino” del mencionado paso fronterizo (SENASA Y GENDARMERIA) les impidieron cruzar el lawen, desconociendo el Convenio 169 de la OIT del cuál la República Argentina ha ratificado.
El Lawen o medicina mapuche es de suma importancia para el Pueblo Mapuche y su vínculo y trasporte de Ngulumapu (Chile) a Puelmapu (Argentina) y viceversa, ha sido ancestral e histórico y se ve impedido por acciones de este tipo.
Este tipo de accionar, que desde ésta Cátedra repudiamos, ya ha sucedido con anterioridad en varias ocasiones, citando por ejemplo el caso del Machi Gustavo Curillan LLancanao cuando el día 19 de octubre del año pasado, cruzando la frontera en el mismo Paso Fronterizo, fue víctima de vejaciones por parte de Carabineros de Chile, que consistieron en desvestirlo e intimidarlo, atentando contra su dignidad, consideración y respeto, por el hecho de trasportar Lawen. El hecho fue denunciado ante el Consulado de Chile.
Si bien el hecho sufrido por la familia mapuche fue en la Aduana Argentina, el anterior fue en el “lado chileno”, lo repudiamos de la misma manera ya que continúa atentando, como desde la conformación de los Estados argentino y chileno, contra la integridad del Pueblo Mapuche y reprime el libre transitar por nuestro Territorio Ancestral Puelmapu y Gulumapu (Argentina y Chile).
Nuestra mayor solidaridad con la familia afectada.