Silvio Rodriguez
Siempre nos toca a los ciudadanos de menos recursos pagar los mayores costos para asegurarnos los derechos, históricamente fue así y lo seguirá siendo hasta que cambiemos de raíz el sistema de injusticias que se sostiene desde el poder. Como ejemplo pequeño de esta situación debimos levantarnos a las 6 de la mañana de un sábado, para reunirnos en el centro de la ciudad que dormía placida su jactancia de postal única, para después subirnos a los vehículos, viejos en su mayoría, o en una camioneta alquilada con nuestro dinero, para después recorrer los 100km que nos separan de El Foyel, y llegar a la entrada del camino de Tacuifí, donde nos recibirían los amigos de Lewis, rozagantes, perfumados de free shop, y en sus 4x4 de varios sobresueldos.
Amigos que van quedando pocos (nos animamos a suponer que si sacáramos el interés económico no quedaría ninguno), y menos si se trata de enfrentar la decisión popular de acompañar un episodio del proceso judicial, pero no cualquier episodio: “el episodio”, ese que hace que todos los anteriores parezcan una burla. Por primera vez la justicia entraría por el camino de Tacuifí al Lago Escondido, por primera vez en la historia de nuestro país alguien entraría al Lago Escondido como ciudadano libre, sin pedirle permiso a nadie y sin temer que le peguen un tiro por la espalda los cobardes matones de siempre, como le pasó a Cristian González. Lejos quedó el acto del 29 de Noviembre del 2009 en el que 1000 personas festajaban el fallo del Superior Tribunal de Justicia como lejos siempre quedan las palabra escritas de las realidades que viven los ciudadanos.
La comitiva oficial, con 5 representantes por cada parte se había reunido en el Juzgado de Paz de El Manso, Sodero Nievas con sus asistentes, Odarda, Marigo y Duch, acompañados por Ana Wieman y Eduardo Buzzi por la parte amparista, los abogados de Lewis por la parte usurpadora del lago y una serie de funcionarios de distintos organismos del estado como Viarse y Codema, que en su mayoría, salvo pocas excepciones, no discrepaban ni estética, ni ideológicamente en nada de la patota del millonario inglés. Pero lo que se llevaba todas las miradas y los comentarios no era ese grupo de personas públicas que uno ve todos los días en los diarios, sino la cantidad de ciudadanos que se habían acercado para acompañar ese día histórico, muchos hermanos mapuche con sus banderas, pobladores rurales con sus sombreros, un grupo de barbados señores de una iglesia, abuelas, abuelos, niños de todas las pertenencias, numerosos vecinos de El Bolsón, de Bariloche, de Villa La Angostura, representantes de la Federación agraria de lugares tan distantes como Viedma que habían manejado más de 1000km para llegar, y por supuesto la gente de las organizaciones sociales, esas que siempre están, y periodistas, muchos de medios alternativos y pocos de medios amigos del poder, y dando el toque final a este cuadro, la gente de CQC sacando de quicio a funcionarios a los que era muy gracioso ver escabullirse para no enfrentar una cámara irreverente, y encima de repercusión nacional.
El recorrido fue lento desde el inicio, no porque el camino estuviera en mal estado como aseguraron muchos en el pasado, esos a los que su indignidad jamás les permitirá reconocer que mentían descaradamente, o porque los pobladores no nos dejaran pasar, las tranqueras iniciales estaban todas abiertas, y nadie, de los más de 200 ciudadanos libres, quemó ningún campo, ni se robó ningún animal, ni usurpó ningún rancho, como aseguró repetidamente Van Ditmar atemorizando a los vecinos sobre la inconveniencia de abrir un camino público. El recorrido fue lento porque en cada tranquera los abogados de la parte usurpadora del lago, presionaban al juez para que suspendiera la medida, argumentando que “esa gente” no figura en el expediente, miopía de enorme obscenidad de la parte usurpadora, ya que nunca entendieron que por “esa gente” es todo este eterno expediente, por los derechos de “esa gente” es que sin prisa pero sin pausa se va desarmando el reino de Lewis y desde muchos reinados vecinos ven con preocupación que “si le recuperan la costa a Joe, ¿qué será de nosotros?”, pobres millonarios que lo único que tenemos es plata.
En cada tranquera la parte usurpadora presionaba para suspender, sabiendo que sumando los tiempos de la justicia a los de la naturaleza de este lugar del mundo, una suspensión significaba ganar un año más, en cada tranquera la gente pedía por sus derechos, y en cada tranquera Sodero Nievas fallaba a favor de la gente, que se subía nuevamente a los vehículos entre vítores y aplausos y reanudaba la marcha para frenarse un kilometro más allá y empezar todo de nuevo, los abogados de anteojos negros y mirada oscura tratando de impedir, la gente tratando de seguir y el juez fallando a favor del derecho público, y CQC corriendo funcionarios, y las banderas y los perros y los chicos moviéndose contentos, y parecía todo una película de Kusturica.
Y todo fue película con su ritmo y su escena increíble, construida con cientos de pequeñas escenas de gente común, hasta que llegamos a la cuarta tranquera, es era especial, la pasaron rápidamente los autos oficiales y acto seguido dos matones la cerraron impidiendo que los ciudadanos la cruzaran. Los representantes de las partes se juntaron a deliberar, los ciudadanos se reunieron del lado de afuera de la tranquera, y esa fue tal vez la postal más nítida de esa jornada histórica, cientos de ciudadanos reunidos del lado de afuera de una tranquera cerrada por dos matones pagados por un millonario inglés, que impide el acceso a un lago público porque quiere que ese lago siga escondido, y solo sea parte de la vista del dormitorio de su mansión sin contaminarse con nativos del lugar.
La tensión aumentaba, los ciudadanos levantaron sus banderas, cantaron el himno, gritaron sus ayayayaya los mapuche, trataron infructuosamente de hacer razonar a los matones del millonario sobre su vergonzosa función en esta realidad, a lo que ellos contestaban balbuceando que no se podía pasar porque era propiedad privada y Nico Van Ditmar había llamado desde Estados Unidos para dar la orden clara de “que al lago no entre nadie” según explicaron. A medida que pasaba el tiempo la tensión aumentaba, los representantes deliberaban, e inútilmente reclamábamos algunos a los abogados del millonario porque había trato preferencial para una parte de la prensa que sí estaba del otro lado de la tranquera, acá no hay ningún periodista aseguró con cara de piedra el mentiroso abogado de campera roja mientras miraba a Diego Llorente que como Adrián Moreno (que ni se animó a acercarse) trabajan para Lewis y entran y salen como parte de la estancia. La foto publicada en el Bariloche 2000 atestigua el ángulo privilegiado de los periodistas que “pertenecen”.
Finalmente el juez falló otra vez a favor de la gente y las caras de la parte usurpadora se iban nublando, emprendimos otra vez la marcha y llegamos a la 5ta tranquera, la de Lewis propiamente dicha, la anterior era la de Van Ditmar, que no es lo mismo pero no tanto, porque esa práctica tan extendida del testaferro que se usa para hacer negocios y evadir impuestos es la forma que han elegido para ir comprando todo pero que se note lo menos posible.
Desde ahí el juez dio la directiva de dejar los vehículos y seguir a pie, a pocos metros estaba el Río Foyel, río que se cruza siempre en verano vadeándolo pero que misteriosamente había sido dragado hacía pocos días (por la gente del DPA que deberá explicarlo en la causa) según explicó Conrado Fernández, Juez de Paz de El Manso.
Hasta este punto llegó la ciudadanía, a unos 6km del Lago Escondido, mucho más cerca que antes, mucho menos que nuestros derechos. Algunas discusiones entre Sodero Nievas y compañeros de H.I.J.O.S Bariloche fue necesario atemperar para no dar lugar a la anulación del acto pretendida ininterrumpidamente por la parte usurpadora. Esa responsabilidad de ser hijos de los mejores, seguramente empuja a seguir adelante, a ser más valientes cuando los demás dudamos, pero en ese momento se decidió en asamblea darle a la justicia la última carta para que nos devuelva este derecho usurpado, y nos prometimos todos que la próxima vez que recorramos ese camino será para llegar a nuestro Lago Escondido.
La comitiva oficial siguió su camino, con gran capacidad los abogados de Lewis lograron que se perdieran y caminaran varios kilómetros de más, pero de todas maneras se pudo constatar que el camino está en perfecto estado y que resolviendo el paso del río mediante un puente o vado bien hecho se podría llegar en vehículo hasta el lago. Al parecer no solo el lago ha usurpado Lewis, en los últimos 3km el camino público tiene la misma traza que el privado, o sea que desde hace muchos años Lewis viene utilizando un camino público como si le perteneciera, y para empeorar las cosas construyó la casa de Van Ditmar y su mansión sobre ese camino, si la justicia fuera implacable con los poderosos como lo es con los pobres deberíamos entrar al Lago Escondido en auto después de atravesar la cocina de Van Ditmar y el living de Joe Lewis.
Crónica absolutamente subjetiva y fotos por Fernando Fernández Herero