Envíenos su nota, opinión o información al correo: delpueblo.prensa@gmail.com

domingo, 25 de octubre de 2009

GATILLO FÁCIL EN PERGAMINO: JUSTICIA PARA CARLITOS!

El pasado martes Pergamino vivió una jornada negra luego de que dos policías asesinaran en un descampado a Juan Carlos Quiroz, de 15 años de edad, tras un “confuso episodio” en el que el joven resultó muerto de un disparo en el cuello.

El hecho en sí no fue más que un grosero caso de gatillo fácil que (no) rompió el automatismo de los pergaminenses quienes, en un primer momento, ya habían tildado al chico de 15 años de “pibe chorro” que “moría en la suya”.

Sin embargo, con el correr de las horas y a fuerza del grito de familiares y amigos se fue desvelando la trama del burdo asesinato cometido por los agentes Jorge Alberto Conde (48) y Daniel Alberto Fernández (44) detenidos por el delito de “homicidio calificado, en concurso real con el delito de abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público”.

Todo comenzó cuando el lunes a la noche dos camioneros denunciaron el robo de la documentación del camión al dejarlo estacionado. Entre los papeles se encontraba el número del celular del chofer, quien el martes a la mañana recibió un mensaje de texto del supuesto ladrón, ofreciéndole la devolución de los documentos a cambio de dinero. El camionero comunicó lo anterior a la policía y accedió al pedido de dejar en las inmediaciones del club Banco Provincia un sobre con el monto solicitado.

Temiendo que los camioneros hayan alertado a la policía, Mauro Mena –nombre del malhechor quien hoy se entregó a las autoridades– pasó por un baldío aledaño donde los pibes del barrio estaban jugando un “picadito”. Según los mismos chicos, Mena habría ofrecido cien pesos para el que vaya a buscar un sobre a pocas cuadras.

“Se mandaron una cagada”

Juan Carlos accedió al pedido, llegó al lugar y vio el sobre. Lo abrió y estaba vacío. Lo tiró. Estaría desorientado cuando escuchó el auto que frenó de golpe y dos hombres de civiles que se bajaron a los gritos. Según la hipótesis, se asustó y trató de correr. Fue en vano. Las pericias dictaminaron que el disparo fue a corta distancia y que ingresó por el cuello dandole muerte al pibe que la rompía en la categoría ’94 del Club Atlético Douglas Haig.

No conformes con el asesinato, tanto Fernández –autor material del hecho–, como Conde, abandonaron el cuerpo de Quiroz en el terreno y volvieron a la comisaría. El fiscal que atiende en la causa, Guillermo Villalba, nunca fue comunicado del operativo y recién se enteró del suceso cuando un vecino vio el cuerpo de “Carlitos” y llamó al 911. Inmediatamente, los dos oficiales quedaron detenidos. Mientras tanto, Mauro Mena volvía a escribirle al camionero: “Se mandaron una cagada. Mataron a un inocente. Yo le había dado cien pesos para que vaya a buscar el sobre”.

Pergamino mata y remata

Es el segundo día en que la familia y amigos se acercan a la fiscalía para reclamar justicia y no somos más de cincuenta personas. Está María, su madre y Sandra, una de sus hermanas. También los guachines amigos del barrio, que golpean bombos y redoblantes y gritan que Carlitos está presente y que se va a acabar esta maldita costumbre de matar. También los tíos y vecinos. Hay un cartel enorme con una foto de Juan Carlos en pose de jugador pisando la pelota con la remera de Douglas Haig y a su lado la imagen del Gauchito Gil. Dos amigos lo sostienen y gritan. Las pibas se abrazan en ronda y cantan justicia, justicia!. Una barrera de policías imagina que está en la Tercera Guerra Mundial. “No venimos a pudrirla, sólo queremos justicia”, me aclara Sandra. La madre llora y me dice que “Carlitos es inocente, el no sabía qué pasaba”. Los medios locales filman, preguntan y se van. La gente pasa caminando y sigue su rumbo, mira curiosa pero no se detiene ni aplaude. Los autos estacionados en esa cuadra ya no están. Tampoco están los colegios secundarios, los sindicatos, ni los docentes. Menos las autoridades y los vecinos del centro. No trascendió que Blumberg se haya solidarizado con la familia.

Carlitos cometió una ingenuidad y un delito. La primera al dejarse convencer y seducir de ir a buscar un sobre a cambio de unos mangos (¿Cuánto tiempo haría que Carlitos no veía un billete de 100? ¿Qué podría haber detrás de la simple búsqueda de un sobre?). El delito lo cometió al haber nacido en un asentamiento humilde, precario, lejos de las luces y del centro del corazón sojero del país. Y eso la sociedad de Pergamino no lo perdona, por eso no lo reconoce como suyo.

Pergamino mata a un hijo de su ciudad y lo remata con la indiferencia y el olvido.