(Cocecha Roja).- En el subsuelo del Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de
la Armada el ginecólogo Jorge Magnacco tiene en sus brazos a un bebé
sietemesino. La detenida Ana Rubel, acostada sobre una camilla y
cubierta por una sábana verde, le pide al partero que no le corte el
cordón umbilical: es lo que único que la une a su hijo.
—No me lo saquen —grita. Sabe que no lo volverá a ver.
Ana había llegado a la ESMA cinco meses antes. Cuando nació su hijo,
en junio de 1977, todavía tenía las marcas de la tortura. Jorge Rubel
Castro recuperó su identidad 37 años después, el 4 de diciembre de 2014.
Sus madre y su padre, Hugo Castro, continúan desparecidos. Jorge
Magnacco, el obstetra de la ESMA, camina libre por la calle: después de
recibir su cuarta condena por secuestros, torturas y robo de bebés, dos
jueces lo dejaron libre por haber cumplido los dos tercios de la pena
acumulada.
El sábado 17 de marzo a las 16 hs la agrupación H.I.J.O.S marchará
desde Tribunales hasta la casa del represor, en Marcelo T. de Alvear al
1600. “El único lugar para un genocida es la cárcel”, exigen.
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El día que nació el hijo de Ana Rubel y Hugo Castro, en junio de
1977, en la pieza de las embarazadas estaban la detenida Alicia Milia de
Pirles y Sara Solarz de Osatinsky. Ana estaba acostada en una de las
camas de la enfermería. “Una de las cosas que recuerdo son las cortinas
de plástico para separar las camas y un mueble de hierro con puertas de
vidrio para guardar medicamentos”, declaró Pirles.
Sara era una especie de “trofeo” para los marinos: era la viuda de
Marcos Osatinsky, líder del Partido Revolucionario de los Trabajadores y
uno de los prófugos de Trelew. Cuando la detuvieron, el 12 de mayo de
1977, ya habían sido asesinados su marido y sus hijos Mario y José, de
18 y 15 años. Después de la primeras sesiones de tortura la llevaron a
la Capucha, el altillo donde dormían los detenidos y le asignaron el
número 288.
“Al lado mío, vi a unas embarazadas postradas”, declaró Sara ante la
Justicia. Eran María Hilda Pérez de Donda, la mamá de Victoria Donda,
nieta recuperada y diputada nacional, María del Carmen Moyano de
Poblete, madre de una nieta que recuperó su identidad en diciembre de
2017, y Ana Rubel.
Sara generó una relación especial con las embarazadas, que pedían que
estuviera durante los partos. Magnacco la utilizó como ayudante. Los
primeros partos se hicieron en la enfermería que funcionaba en el
sótano, junto a la sala de torturas.
En la “maternidad” de la ESMA las embarazadas podían hablar y
permanecer sin capuchas, dormir en camas. El ex capitán de Fragata Jorge
el
Tigre Acosta la llamaba con orgullo “la pequeña Sardá”, en alusión a la maternidad pública de Buenos Aires.
En los 20 meses que estuvo detenida en la ESMA Sara estuvo presente
en 14 o 15 partos. En un papelito anotaba los datos de cada uno de los
nacimientos. “Yo pensaba que nunca me iban a dejar ir, se lo di a
alguien y después ese papelito desapareció”, contó.
“Era muy duro vivir todo eso. En un momento creí que ya no existía,
que no había tenido a mis hijos. Un día lo escuché a mi hijo menor, a
Juan, que me gritaba pidiendo ayuda. Entonces recordé que alguna vez
había sido feliz”, declaró durante el juicio por el robo sistemático de
bebés.
La mayoría de los niños que nacieron en cautiverio en la ESMA no
fueron devueltos a sus familias y mucho todavía desconocen su verdadera
identidad. Algunas mujeres no terminaron la gestación; murieron en la
sala de torturas.
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Hasta el 16 de mayo de 2001, cuando lo detuvieron en la causa por el
plan sistemático de robo de bebés, Magnacco seguía trabajando en el
Hospital Naval de Buenos Aires. También había trabajado en el Hospital
Mitre, pero lo habían despedido cuando comenzaron los escraches de HIJOS
a los represores beneficiados con las leyes de impunidad.
En 2005, tras la anulación de las leyes de obediencia debida y punto
final, fue condenado a 10 años de prisión por su participación en el
secuestro de Guillermo Pérez Rosimblit, nieto de Rosa Tarlovsky de
Roisinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Fue la primera
de las cuatro condenas que recibió por secuestros, torturas y robo de
bebés.
Magnacco fue uno de los genocidas beneficiados con la prisión
domiciliaria. En 2013 la justicia revocó la medida luego de la difusión
de un video en el que se lo veía paseando por la calle.
En diciembre fue condenado a catorce años por siete casos en el
tercer tramo de la megacausa ESMA. Los jueces unificaron su sentencia
con las anteriores, en 24 años. Fue dejado en libertad por haber
cumplido un tercio de la condena.
Magnacco había sido en 1996 el primer genocida escrachado por HIJOS. Veintidós años después la historia se repite.