Buenos Aires (Darío Vive).-: Argentina
La desaceleración de la economía argentina es ya visible en muchos terrenos. La
tasa del crecimiento sufre una abrupta caída y en los próximos meses se sabrá si el
estancamiento desemboca en recesión. Hay un repliegue de la industria y la construcción
que acentúa la escasa creación de empleo de los últimos años y posibilita la destrucción de
puesto de trabajo.
CONTRASENTIDOS DEL NEODESARROLLISMO
Claudio Katz
1
La desaceleración de la economía argentina es ya visible en muchos terrenos. La
tasa del crecimiento sufre una abrupta caída y en los próximos meses se sabrá si el
estancamiento desemboca en recesión. Hay un repliegue de la industria y la construcción
que acentúa la escasa creación de empleo de los últimos años y posibilita la destrucción de
puesto de trabajo.
COYUNTURA Y PRONOSTICOS
Existen opiniones contrapuestas sobre la duración e intensidad del freno económico.
Algunos analistas estiman que la paralización productiva será corta, si en el semestre en
curso repunta el nivel de actividad del principal socio del país. Consideran que las medidas
de estimulo fiscal adoptadas por el gobierno brasileño repercutirán positivamente sobre
Argentina. También pronostican que el ciclo ascendente se reabrirá en el 2013, si se
confirman las previsiones de cosecha récord con precios elevados. El aluvión de dólares
resultante de esas ventas aliviaría las necesidades fiscales, en un ejercicio con menores
vencimientos de la deuda pública.
Otros economistas describen un horizonte más sombrío, tanto por el agotamiento
del ciclo precedente como por la ausencia de inversión privada. Pero nadie avizora la
reaparición de una situación de colapso semejante al 2001-02. Se debate el alcance que
tendría una recesión, tomando la caída del 2009 como referencia comparativa.
Resulta muy difícil explicar la coyuntura actual partiendo de un diagnóstico oficial,
que retrata como “se nos cayó el mundo encima”. En los hechos ese impacto externo es
limitado. Es cierto que el estancamiento de Brasil afecta seriamente a la exportación
industrial. Pero la debacle europea tiene consecuencias reducidas y el relativo aislamiento
del sistema financiero local, neutraliza los efectos del temblor bancario internacional.
Por otra parte, los precios por tonelada de la principal exportación argentina se
ubican en un impensado récord de los 600 dólares por causas climáticas (sequía en Estados
Unidos) y financieras (especulación con las materias primas). La duración de esa
sorprendente apreciación es impredecible, pero contribuye a sostener la mejora del 24%
que han registrado los términos de intercambio comercial desde el 2007.
Los economistas del oficialismo relativizan estos datos y estiman que Argentina
capea la tormenta global por su acertado manejo de las variables macro-económicas.
Contrastan este comando con la desastrosa gestión que prevalece en la periferia europea.
Comparan ambas situaciones y remarcan la capacidad que ha exhibido el país para
enfrentar el mismo temporal, “sin recurrir al ajuste”
2
.
Esta caracterización no aclara por qué razón los gobiernos neoliberales de América
Latina (Chile, Colombia, México, Perú), tampoco atraviesan por un período de ajuste.
1
Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web
es: www.lahaine.org/katz
2
Feletti Roberto, “Argentina redobla la apuesta”, Página 12, 23-7-2012.
1Afrontan una coyuntura parecida a la Argentina, aplicando estrategias económicas de
apertura, privatización y flexibilidad laboral semejantes a sus pares europeos.
Es evidente que la crisis global tiene impactos distintos en cada región, en función
del ciclo o la inserción financiero-comercial de cada país en la economía mundial. Por las
mismas razones que la crisis capitalista incide en forma divergente en Estados Unidos y en
China o en la India y Francia, la situación de América Latina difiere de Europa. Para
comprender este contraste hay que evitar las analogías superficiales, que sólo buscan
ponderar los méritos de una política económica en desmedro de otra
3
.
El contrapunto entre Grecia o España con Argentina no es válido. Se equiparan
economías que afrontan contextos objetivos muy disímiles. Lo pertinente sería contrastar la
situación actual de esos países con nuestro colapso del 2001-02. Sólo en ese momento
Argentina soportaba un desmoronamiento equivalente y conviene recordar que durante ese
desplome, todos los oficialistas de turno (del PJ o la Alianza) eran ejecutores del ajuste.
Sólo adoptaron la bandera del crecimiento cuando la crisis amainó.
El uso de la tormenta financiera global como argumento político de ocasión, induce
a manipular las evaluaciones, en función de las conveniencias del momento. La misma
coyuntura es utilizada para magnificar el torbellino (y justificar por ejemplo el
adelantamiento de las elecciones) o para resaltar lo opuesto: la fortaleza de un modelo
“blindado” frente a cualquier avatar internacional.
El análisis serio de lo que está ocurriendo exige, en cambio, constatar el efecto
contradictorio de la crisis mundial sobre la economía argentina y las grietas internas del
modelo actual. Este esquema ya dejó atrás el primer periodo de expansión sin obstáculos
(2003-2008) y la segunda etapa de acotados desajustes (2009-2011).
TRES FOCOS DE TENSIÓN
La inflación es el primer problema específico de la economía nacional. El absurdo
encubrimiento de la carestía que realiza el INDEC impide transparentar la gravedad de este
flagelo. Los índices provinciales ubican el ascenso de los precios en torno al 23% anual y
otras mediciones (encuestadoras privadas, índices barriales, cálculos del Congreso,
consultoras oficialistas) estiman porcentajes semejantes.
La inflación está recreando un alarmante nivel de pobreza e indigencia y tiende a
licuar la asignación universal. Podría incluso impactar sobre los salarios del sector formal,
al des-actualizar los montos recientemente negociados en las convenciones colectivas. Lo
que se acordó en las paritarias perderá vigencia si persiste la escalada de los precios. Este
efecto puede ser muy significativo para la mitad de los asalariados en blanco que gana
menos de 4000 pesos.
Muchos determinantes se conjugan para producir el resultado inflacionario, pero los
precios principalmente aumentan para mantener la rentabilidad de las grandes empresas.
Los grupos capitalistas concentrados aseguran sus beneficios con remarcaciones.
Desde el 2008 la inflación ha reflejado fuertes restricciones de la oferta, que a su
vez derivan del reducido nivel de inversión. Los precios han ascendido por una baja
3
Hemos explicado los impactos diferenciados de la crisis en dos textos recientes. Katz Claudio, “El
ajedrez global de la crisis”, Batalla de ideas, n 3, año 3, Buenos Aires, 2012. Katz Claudio, “Los
atolladeros de la economía latinoamericana”, en El neoliberalismo y su crisis. Causas, Escenarios y
Posibles Desenvolvimientos, Santiago de Chile, 2012, ARCIS, REDEM.
2provisión de productos frente a una demanda recompuesta. Con la misma capacidad
instalada ya no se pueden satisfacer mayores pedidos de compra.
También la creciente emisión monetaria comienza a emerger como un acelerador
potencial de inflación. El ritmo de creación de dinero se ha multiplicado y la cantidad de
pesos en circulación puede motorizar, como en el pasado, una inercia ascendente de los
precios.
El segundo problema importante de la coyuntura es la continuada salida de
capitales. Por pagos la deuda y remisiones de utilidades, el año pasado emigraron 13.500
millones de dólares, es decir el equivalente a todo el excedente comercial. Entre fines del
2007 y octubre 2011, el monto total de esos retiros alcanzó 80.000 millones de dólares. Esta
sangría sólo quedó neutralizada por los 100.000 millones de dólares que generó la
exportación.
La magnitud de esa salida de capitales obedece a múltiples razones. Las filiales
locales de las empresas extranjeras transfirieron enormes sumas de dinero a sus casas
matrices, para compensar el deterioro imperante en las economías centrales. Además,
muchas empresas locales continuaron diversificando inversiones en el exterior, mientras
resguardan parte de su capital fuera del país.
La industria volvió a enfrentar, por otra parte, el típico cuello de botella externo que
irrumpe al cabo de un ciclo de prosperidad. En esos períodos se acentúa el déficit comercial
de un sector que consume muchas divisas con la importación de componentes. Finalmente,
la inédita avalancha de compras externas de combustible que produjo la decreciente
provisión interna de petróleo, determinó otro caudal de dólares perdidos.
La continuada expectativa de devaluación que genera la brecha cambiaria acentúa la
emigración de capitales. El denominado “retraso del dólar” obedece en realidad a un
“adelanto de la inflación”, que ha desarticulado la relación entre ambas variables. Desde el
2007 la cotización de la divisa se apreció un 43%, frente a una escala de 189% de los
precios internos.
El tercer problema severo del contexto actual es el desequilibrio fiscal. El superávit
fiscal primario se ha esfumado, cualquiera sea la interpretación técnica del cómputo del
desbalance (por el financiamiento que realizan el Banco Central y el ANSES). El excedente
que rodeó al debut del modelo ha desaparecido y el gobierno recurre a múltiples
instrumentos para compensar esa pérdida.
La ausencia de reformas impositivas progresivas es la principal causa del bache
fiscal. Este cambio en la recaudación resulta indispensable para equilibrar con nuevos
ingresos, la significativa ampliación del gasto público. La perdurabilidad del viejo sistema
regresivo ha dado lugar en los últimos años un desfasaje insostenible, por la magnitud de
los desembolsos oficiales en dos rubros muy deficitarios (energía y transporte).
El deterioro fiscal afecta duramente a las provincias, que incrementaron
sustancialmente el empleo público (de 764.000 a 1,2 millones de empleados entre 2003 y
2012) y ahora no pueden financiar esa expansión. La plantilla salarial absorbe más de la
mitad de esos presupuestos. El des-financiamiento provincial se acentuó, además, por la
pérdida de los porcentuales recibidos en concepto de coparticipación federal. Este ingreso
se redujo primero del 50,6% del total (1993), al 34 % (2009) y últimamente al 32,7%
(2011)). Frente al enorme rojo que afecta a las cuentas públicas de todo el interior resulta
poco creíble la explicación presidencial, que atribuye el desbalance a la ineficiencia de los
gobernadores.
3Esa interpretación omite que las mismas limitaciones fiscales golpean al gobierno
nacional. Estas dificultades ejemplo han determinado, por ejemplo, el retraso en la
adaptación del mínimo no imponible al aumento de los salarios. Por esta razón la incidencia
del impuesto a las ganancias sobre los sueldos se ha transformado en un problema de
envergadura. Más de 3 millones de trabajadores tributan un gravamen formalmente
destinado a los beneficios empresarios. En muchos casos ese pago absorbe un aguinaldo
entero.
Las consecuencias de preservar un sistema tributario tan regresivo saltan a la vista.
Las exenciones a la renta financiera y a las industrias promocionadas le restan anualmente
al fisco 8900 millones de pesos. Esta suma supera con creces el costo fiscal de 3000
millones de pesos, que implicaría eliminar un gravamen a salarios tipificados como
beneficios.
Pero lo peor es la justificación oficialista de este impuesto como una penalidad a la
“aristocracia obrera”. Afirman que este sector mejoró su nivel de ingresos y debe ampliar
su contribución impositiva. Con ese criterio se supone que la equidad avanzará con tributos
a los trabajadores calificados y eximiciones a los financistas.
Hace algunos se utilizaba el mismo razonamiento para avalar el arancelamiento de
las universidades estatales. Se afirmaba que la clase media debe pagar más que los pobres
por el uso de un servicio público. De esta forma se iguala para abajo y elude eliminar los
privilegios impositivos que amparan a los grupos enriquecidos.
EL DISFRAZ DEL AJUSTE
La inflación, la salida de capitales y el déficit fiscal han complicado el escenario
económico. El establishment presiona al gobierno para que implemente un fuerte atropello
contra los trabajadores. Desde noviembre pasado hacen valer esa exigencia en el mercado
cambiario, a través de grandes compras de dólares.
Los hombres de negocios plantean tres reclamos -corte de la emisión, devaluación y
re-endeudamiento- a través de viejos voceros, que han vuelto a la pantalla (desde Broda
hasta Cavallo). Despliegan sus recomendaciones apostando a la amnesia colectiva de lo
ocurrido en los 90.
Los antiguos expertos de la Convertibilidad despotrican contra restricciones a las
libertades económicas individuales, como si la economía capitalista funcionara sin estrictas
regulaciones. Repiten la trillada comparación de la economía doméstica con su equivalente
nacional, para recordar que “no se puede gastar más de lo que ingresa”. Pero no sólo
olvidan sus récords de endeudamiento. Omiten la diferencia cualitativa que separa a una
familia -con recursos acotados- de un estado, con capacidad para incidir sobre el nivel
general de actividad mediante políticas macro-económicas.
Los derechistas pronostican el “rodrigazo” y lo impulsan en la práctica. Buscan la
auto-destrucción del gobierno actual, fantaseando con el retorno del neoliberalismo
ortodoxo. Ante el desmoronamiento de las economías que elogiaban en la década pasada
(como España o Irlanda), ahora convocan a imitar el modelo chileno, peruano o
colombiano.
Pero lo más chocante es su despliegue de hipocresía. Los apologistas del librecomercio cuestionan la “soja-dependencia” (Melconian). Los antiguos voceros de las AFJP
alertan contra el “derroche del dinero de los jubilados”. Los emporios periodísticos que
lucraban con la privatización del sistema previsional titulan con las desgracias de la clase
4pasiva (Clarín). Los ex gerentes de bancos norteamericanos denuncian el aumento del
endeudamiento público (Prat Gay).
Algunos ajustadores reclaman directamente la devaluación (López Murhpy). Otros
proponen lo mismo con fórmulas más elegantes. Hablan de “corrección cambiaria”
(Frenkel), “ordenamiento de las variables desajustadas” (Lavagna) o eliminación del “cepo
cambiario” (Llach). Todos ocultan que esa medida provocaría un deterioro inmediato de los
ingresos populares
4
.
Ninguno propone reducir la inflación acotando la rentabilidad de los capitalistas.
Recetan un enfriamiento de la economía que denominan “política antiinflacionaria eficaz”
(Rapaport Luis), o “sinceramiento de los precios” (Frigerio). Tampoco se les ocurre
corregir el déficit fiscal cortando las subvenciones a los grandes grupos. Sólo convocan a
terminar con “la fiesta del gasto público” (Oppenheimer). Su verdadero objetivo es anular
las mejoras sociales logradas en los últimos años
5
.
Los derechistas consideran pecaminoso reducir el desbalance de las cuentas
públicos con algún impuesto a los acaudalados. Por esta razón pusieron el grito en el cielo,
ante el tibio revalúo rural realizado en la provincia de Buenos Aires, para actualizar valores
de terrenos que tributaban siete veces menos que en 1984.
Los economistas del establishment han hecho también un escándalo por el control
de las importaciones (Sturzenegger), omitiendo que estas restricciones son la norma en sus
ponderadas economías centrales. Algunos diarios (La Nación) llegan al extremo de advertir
contra represalias norteamericanas o europeas, ignorando las barreras arancelarias que
traban el ingreso de exportaciones argentinas a esos países
6
.
Para enmascarar el programa de ajuste los medios de comunicación utilizan un
concepto mágico: “recuperar la confianza”. No aclaran que esa ansiada seguridad está
exclusivamente dirigida a los grandes capitalistas. Su obsesión es “mejorar el clima de los
negocios” con mayores protecciones a las ganancias.
Los derechistas hacen campaña para reemplazar “la mala praxis” de la gestión
actual por el manejo experimentado de los viejos gerentes del poder económico. Suponen
que la satisfacción de los banqueros y los industriales asegura el funcionamiento óptimo del
sistema. Todavía no han percibido que la crisis global estalló con la aplicación de esas
recomendaciones, durante dos décadas de irrestricta práctica neoliberal.
LAS OSCILACIONES DEL OFICIALISMO.
El gobierno ignora públicamente los problemas de la economía y difunde un
imaginario escenario de prosperidad. Pero en los hechos toma en cuenta la agenda de los
4
Melconian Carlos, “Otra vez la revolución conservadora”, La Nación, 29-7-2012. Lavagna
Roberto, “Estamos frente a una economía en falsa escuadra”, Clarín, 6-6-2012. Llach Juan José,
“Para no tentar a una nueva crisis”, La Nación, 24-5-2012. López Murphy Ricardo, “Qué esconde la
reforma al Banco Central”, Clarín, 19-3-2012.
5
Oppenheimer Andrés, “Argentina economic fiesta is over”, Miami Herald, 18-6-2012. Rapaport
Luis, “Cristina: con quién pesificará sus dólares”, Clarín, 8-6-2012. Frigerio Rogelio, “Comparar a
veces es engañoso”, Clarín 11-5-2012.
6
Sturzenegger Federico, “Los seis errores de la economía K”, La Nación, 10-6-2012.
5poderosos y ha oscilado entre el ajuste dosificado y acotado (“sintonía fina”) y el reciclaje
de la reactivación con inflación. Vacila entre ambos rumbos y desenvuelve una
administración a los tumbos, con gran dosis de improvisación.
Hasta marzo pasado impulsaba el torniquete, mediante la fijación de estrictos techos
a los aumentos salariales (18%). Los discursos contra los sindicatos y las huelgas
pavimentaban ese camino. Con ese propósito se descalificó la lucha social y se
multiplicaron las convocatorias a la pasividad de los trabajadores (“en Europa no bloquean
el Palacio de la Moncloa”).
Pero la suscripción de los convenios colectivos con aumentos superiores al 23%
debilitó esa estrategia. Los indicios de resistencia popular y un contexto adverso a la
confrontación con los asalariados, indujo al gobierno a cajonear su proyecto inicial. La
conmoción creada por la tragedia de Once definió el viraje que debutó con la postergación
del tarifazo al transporte.
La “sintonía fina” ha quedado reemplazada por un nuevo ensayo de reactivación
basado en el consumo. La creciente gravitación del equipo de Kicilof confirma la
preeminencia de esta opción. Apuestan a una desaceleración corta de la economía y a
superar el bache actual con la misma política anti-cíclica que se aplicó en el 2009.
Pero la viabilidad de esta repetición es dudosa. Hace tres años existían amplios
recursos fiscales y recién comenzaba la salida de capitales y la aceleración de la inflación.
El colchón para adoptar medidas de gran impacto (como fue la asignación por hijo) se ha
reducido y las negociaciones con las empresas -para limitar los despidos a cambio de
subsidios- serán complejas. Estas tratativas no han servido, además, para atenuar la
remarcación de precios o remontar la caída de la inversión privada.
El gobierno intenta incentivar la demanda, regulando el ciclo y alentando la
producción. Pero se han acumulado demasiados antecedentes de aplicación tardía y eficacia
decreciente de esas medidas. No es lo mismo ensayar en el 2012 lo que debía
instrumentarse en el 2005 o el 2007. Este desfasaje se verifica en numerosos terrenos.
El equipo gobernante ha decidido, en primer lugar, eludir la devaluación mediante
una mayor pesificación de la economía. El objetivo declarado es canalizar los dólares
circulantes hacia la actividad productiva y resguardar las divisas. Algunos economistas
realzan, además, la necesidad patriótica de recuperar la primacía de la moneda nacional y
convocan a ignorar los vaivenes del mercado paralelo
7
.
Pero la pesificación comienza cuando ya salieron gran parte de los dólares que
debían custodiarse. Se toleró la fuga de capital, la remisión de utilidades y las erogaciones
multimillonarias para adquirir combustible importado. Es indudable que el control de
cambios es el punto de partida de una política de protección de la economía nacional frente
a la inestabilidad global. Pero ese objetivo no se logra con acciones espasmódicas,
arbitrarias y provisionales.
Un segundo ejemplo de reacción tardía es el anuncio de un plan de créditos para las
viviendas, luego de años de aliento a construcciones de lujo, que encarecieron la propiedad
urbana imposibilitando su acceso a los sectores populares. El nuevo programa no se
financiará con impuestos a los capitalistas que se enriquecieron con la expansión
inmobiliaria, sino con fondos del ANSES. Se argumenta que volcando esa reserva a la
7
Rofman Alejandro, “El dólar y una obligación ciudadana”, Página 12, 1-6-2012, Scaletta Claudio,
“Desdolarización y tendencia”, Página 12, 15-7-2012
6construcción habrá reanimación de la economía y mayor caudal de dinero para pagos
futuros de las jubilaciones. Pero los mayores de edad necesitan mejoras inmediatas y no
pueden esperar los frutos de esa prosperidad.
Si bien la cobertura total de la población se elevó significativamente (del 68% en el
2005 al 91% en el 2010), las jubilaciones promedio rondan el 40-50% del sueldo medio. El
75% cobra la mínima y muchos padecen la licuación de haberes sufrida entre el 2002 y el
2006. Existen, además, 266.000 juicios en espera de resolución y cada año se abona sólo un
cuarto de las sentencias firmes. Es cierto que el dinero del ANSES debe ser invertido en
actividades productivas internas, pero la prioridad es saldar las deudas pendientes con los
mayores.
Si continúa, además, la utilización de los recursos de la previsión social para los
gastos corrientes del estado (asignación universal, programa conectar, déficit de
provincias), el Fondo de Sustentabilidad corre un serio riesgo depreciación. El año pasado
aumentó 12,1% frente a una inflación de 24%.
La decisión de obligar a los bancos a destinar un porcentaje de su cartera a los
créditos de inversión, constituye un tercer ejemplo de medidas tardías e insuficientes.
Durante años el discurso industrialista no tuvo eco real en la actividad financiera. Los
bancos ganaron fortunas con préstamos al consumo y operaciones de intermediación con
títulos públicos.
Algunos economistas señalan que las nuevas medidas de orientación crediticia son
factibles recién ahora, que concluyó la reforma a la carta orgánica del Banco Central.
Afirman que estos cambios amplían la posibilidad de utilizar las reservas en políticas anticíclicas. Sostienen que se puede finalmente adaptar la cantidad de dinero a las necesidades
de la economía y no sólo a las metas de inflación
8
.
Cumplir con esos objetivos exigiría nítidas prioridades productivas para el uso de
las reservas. Es cierto que se han eliminado los vestigios de convertibilidad y los ficticios
criterios de independencia del BCRA. Pero se aceptan otros condicionamientos de gran
envergadura, como son los pagos de la deuda externa con dólares atesorados. Se utiliza,
además, una retórica engañosa para justificar esas erogaciones. La reciente la cancelación
del BODEN 2012 constituye el ejemplo más reciente de esta actitud.
La medida fue presentada como un acto patriótico (“sin deuda somos más libres”),
que zanja una herencia ajena (“terminamos de pagar el corralito que nos dejaron otros”).
Pero en los hechos se convalidó la socialización de pérdidas que ocasionó la devaluación
con pesificación asimétrica del 2002. Esta compensación favoreció mucho más a los bancos
que a los ahorristas, puesto que sólo el 23% del segundo grupo pudo retener los títulos. La
mayoría debió liquidarlos a bajos precios.
El pago de ese emblemático bono efectivamente aumentó la autonomía del gobierno
para gestionar las finanzas públicas. Lo mismo ocurrió con la cancelación anticipada de la
deuda al FMI. Pero lo importante es notar como ese margen de acción es utilizado para
favorecer a los grupos capitalistas más concentrados.
El manejo de la actividad petrolera constituye un cuarto ejemplo de abordaje a
destiempo de los problemas, achacando la culpa a otros. Durante ocho años el gobierno
desoyó las incontables denuncias del saqueo perpetrado por REPSOL. Se elogiaba a la
empresa, convalidando un vaciamiento que sólo en la Cuenca Neuquina dejó una deuda
8
Heller Carlos defiende el proyecto de reforma de la Carta Orgánica. Telam, 14-3-2012.
7ambiental 5000 millones de dólares. La estatización sobrevino cuando la pérdida del autoabastecimiento, la caída de las reservas y los gastos de importaciones crearon una situación
insostenible.
La estrategia petrolera actual constituye una gran incógnita. Por un lado, se designó
al frente de YPF a un gerente de las petroleras privadas (Gallucio), que aspira a concertar
contratos privilegiados con esas compañías, aumentando los precios en boca de pozo. Por
otra parte, se ha extendido el control estatal sobre todas las inversiones y ganancias del
sector, revirtiendo la libre-disponibilidad del crudo, mientras se suscriben interesantes
convenios de asociación con PDVSA. Estos vaivenes en el manejo de los hidrocarburos
siguen la misma pauta ambivalente que impera en el ámbito de la moneda, la producción o
las finanzas.