Texto escrito en una noche de insomnio y de reflexión sobre la crisis en Francia y en el resto de Europa y de la contribución que cada uno puede dar para resolverla. Yo decidí proyectarme al futuro.
La contundente victoria del Front de Gauche (Frente de Izquierda), el pasado 6 de mayo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas fue -qué duda cabe- un acontecimiento histórico, de trascendencia no sólo europea, sino también mundial. Un acontecimiento comparable a la victoria del Frente Popular, en1936, que hizo de Francia, uno de los países más avanzados en materia de derechos sociales para los trabajadores.
Lo que ocurrió ese día es indescriptible. Fue, digamos, una explosión de alegría popular con la fuerza inconmensurable de un cataclismo. Millones de personas, de todas las edades, y en todas las ciudades, grandes y pequeñas de este país, se lanzaron a las calles agitando banderas del Front de Gauche, para celebrar la caída de Nicolas Sarkozy, y la victoria incontestable de Jean Luc Melenchon. Se improvisaron bailes en muchísimas plazas, hasta la madrugada, mientras largas caravanas de automóbiles, y otros vehículos, recorrían las calles haciendo sonar los claxons. En fin, como se comprenderá, fue un día memorable, de esos que vale la pena haber vivido, porque dejan un hito indeleble en la historia de un país.
Sin embargo, al leer algunos comentarios en la prensa, yo comprendo que para muchos resulte difícil entender cómo pudo producirse la victoria de un candidato de izquierda, Jean-Luc Melenchon, que comenzó literalmente de cero, en un periodo histórico caracterizado por una crisis profunda de las ideas de izquierda y por un desprestigio total de la institucionalidad democrática.
Por eso, para comenzar a entender, hay que abordar el problema de la crisis. Todos estos países, que hemos considerado siempre como los más ricos, los más desarrollados y los más avanzados en legislación social, se han descubierto de un día para otro endeudados hasta el cuello, prácticamente en ruinas.
No creo que valga la pena preguntarse las razones de la crisis. La principal tiene que ver con las políticas de los gobiernos sucesivos, no sólo en Francia, sino en toda Europa, entre los cuales varios de tendencia social-democrata, orientadas a favorecer el enriquecimiento sin limite de la casta oligárquica de estos países, acordándoles escandalosas rebajas en sus impuestos (como el “escudo fiscal” de ex-Presidente Nicolas Sarkozy), o permitiendo que éstos establezcan sus domicilios en otros países para escapar precisamente al pago del impuesto.
Son estas políticas, las que han hecho que los Estados entraran en el circulo infernal de la deuda, que no se termina de pagar nunca porque se acrecienta cada día con nuevos préstamos y sus respectivos intereses. Y es esta situación, de déficit crónico del presupuesto, la que invocan hoy los testaferros de los mercados financieros para poner bajo tutela a varios países europeos, para privatizar los servicios públicos, para desmantelar la protección social y poner en practica los criminales planes de austeridad, con disminución de los salarios, de las jubilaciones, y con un alza generalizada de los productos de consumo básico. Dicho de otra manera, para hacer exactamente todo lo que se necesita para que las consecuencias de la crisis la paguen los de siempre, es decir, los más pobres.
Muchos dirán que esta cruenta ofensiva del capital contra los trabajadores y sectores humildes que existen en todos estos países, y que se han multiplicado en los últimos años, justifica largamente una verdadera Revolución, como la de 1789. Es verdad, salvo que en Europa, hoy, cambiar la sociedad radicalmente es un sueño inalcanzable. Si por un lado las condiciones objetivas (el deterioro brutal de las condiciones de vida) son favorables para comenzar un proceso de transformaciones radicales, las condiciones subjetivas (la consciencia de la necesidad del cambio, y la aceptación de los sacrificios que esa opción impone) no han alcanzado todavía – a mi juicio- niveles suficientes de desarrollo. Eso es lo que legitima la vía electoral.
Jean Luc Melenchon lo ha entendido perfectamente. El se hizo elegir candidato a la presidencia de la república, no solo por su organización, el Partido de Izquierda, sino también por el Partido Comunista y otros grupos y corrientes de izquierda, postulando une Revolución por las urnas, una Revolución Ciudadana.
Se trata de algo simple, y que representa una de las potencialidades del ejercicio de la democracia: convertir el boletín de voto en un arma, sabiendo que cuanto más numerosos sean, más importante, más devastadora sera la deflagración de la cólera del pueblo. Esta lucidez, esta clarividencia política le ha dado los resultados esperados y hoy es el nuevo Presidente electo de la República Francesa.
No se vaya a creer que fue fácil de llegar a donde ha llegado. En esas elecciones participaron también otros candidatos de izquierda, algunos del ala radical, que se reclaman claramente anti-sistema, como Philippe Poutoux, por el NPA (Nuevo partido anticapitalista) o Nathalie Arthaud por Lutte Ouvrière (Lucha Obrera). Pero, de todos los candidatos, el favorito de los sondages, durane la campaña electoral, fue siempre François Hollande, del Partido Socialista (social-democrata), elegido brillantemente en elecciones primarias multitudinarias.
Sin embargo, todo hubiera ocurrido como lo pronosticaban los sondages, si no se hubiera producido la ya celebre “toma de la Bastilla”, el 18 de marzo pasado, iniciativa que congregó a unas 120.000 personas. Algo, para todos, absolutamente inesperado. Fue, como lo dijera Melenchon pocos días después, el momento crucial, cuando se desbordó el rio popular y anunció el hundimiento definitivo de las barcas en la que navegaban, orgullosos y confiados, los dos presuntos finalistas de la contienda, François Hollande y Nicolas Sarkozy.
Ahora, o por mejor decir en los próximos días, comenzará la prueba de fuego del nuevo gobierno y de la revolución ciudadana que tiene una larga lista de objetivos declarados, a comenzar por el aumento del salario mínimo a 1700.00 Euros, para abocarse luego a la refundación del país, creando la VI República. Entres sus orientaciones principales, cabe destacar la re-industrialización a fin de combatir eficazmente la desocupación, en particular de los jóvenes, la creación de mecanismos para redistribuir equitativamente la riqueza nacional y la voluntad de transformar la Unión Europea para que deje de ser una simple multinacional capitalista, y se convierta en la patria grande, solidaria, libre y justa de los trabajadores.
El Frente de Izquierda y su lider, Jean Luc Melenchon, han sabido formular las proposiciones que se imponen frente a una crisis en la cual el pueblo no tiene la menor responsabilidad, han conseguido lo que hasta ayer parecía imposible, federar una parte de la izquierda y ganar la confianza de las grandes masas en la solidez de un proyecto de cambio social, económico, político y cultural. Muchos de nosotros, de una cierta edad y con una larga experiencia militante en la espalda, nos involucramos en ese proceso porque creemos sinceramente que la victoria en Francia, puede ser la chispa que va a incendiar las praderas europeas y contribuir así al entierro definitivo del capitalismo y a la construcción de un mundo nuevo.