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miércoles, 24 de febrero de 2010

REPRESIÓN EN ANDALGALÁ: “¿PARA QUÉ SOSTENEMOS A LOS HOMBRES DE ARMAS?”

Por Lino Pizzolon *

… pegaron, cazaron (como dice una compañera), quien sea que haya sido nos trataron como delincuentes, como basura humana, como si nosotros no existiéramos ni tuviéramos derecho a nada, solo a soportar la esclavitud minera devenida en progreso”….

En la violenta represión desatada en Andalgalá contra hombres, mujeres y niños indefensos, sorprende tanto la participación de la policía provincial, como de la Gendarmería Nacional, cuerpo creado para defender nuestras fronteras terrestres. Su mentor, Don Martín Miguel de Güemes, se estará retorciendo de rabia e indignación en su tumba. ¿Será que ahora los pueblos se invaden utilizando sus propias fuerzas armadas?.

Ninguno de los gestos de grandeza que honramos en nuestra historia nacieron de obediencia debida alguna, sino por el contrario de aquellos que en más de una ocasión, supieron romper lanzas con los cipayos de siempre, y guiarse solamente por los dictados de su conciencia y por el sentir de sus hermanos: Juana Azurduy, José de San Martín, Guillermo Brown, Juan Chalimín, Pedro Chumai, y muchos otros.

Los hechos de Andalgalá avergüenzan a toda la Gendarmería Nacional, a la policía provincial, tanto como cubren de gloria a su Pueblo, que salió a defender su tierra hasta el precio de la propia vida si hubiera sido necesario. Lejos de amedrentarse hubo más gente en la calle después de iniciada la represión que antes. Cualquier hombre de armas de entereza moral debiera saber leer lo que esto significa, y saber de qué lado debieran estar. Como ocurrió a inicios de la década de los 70 en Río Gallegos, donde el jefe de la policía, llamado a reprimir por el gobierno, con todos sus hombres se puso de lado de los manifestantes.

La represión del pueblo al que pertenecen y que los sustenta, es el camino más rápido a la propia degradación y a la vergüenza; y si no, sería bueno que lo recuerden, -porque hace muy poco que ocurrió-, la bajeza en que cayeron nuestras fuerzas armadas, ejército, marina y aeronáutica, y la vergüenza con que se cubrieron por su radical infidelidad al pueblo.

En este año del bicentenario, donde se gastarán grandes sumas en festejos mentirosos, es sumamente preocupante ver que casi lo único que queda en pié de la Nación, es el pueblo en la calle; y, que éste deba llegar al heroísmo, porque sus autoridades electas para protegerlo, han abdicado ante el poder del dinero y traicionado el voto de la gente; declarando política de estado al saqueo de recursos y bienes comunes, y acumulando riquezas como para generaciones de sus descendientes.

Dice Sto. Tomás de Aquino que ante el estado de opresión manifiesta del pueblo, es legítimo el derrocamiento de gobernante, siempre y cuando se asegure que la nueva situación sea mejor -para todos- que la precedente.

Cada acto de coraje verdadero es más poderoso que todas sus armas juntas; resuena hasta en los confines del universo y lo multiplicarán hasta las piedras.

* Docente e investigador de la Universidad Nacional de la Patagonia SJB. Sede Esquel
Fuente: PuertaE