El  caso de la nena Julieta Sandoval puede ser considerado como emblemático  para demostrar los efectos fatales de la exposición a los agroquímicos.  Dicen que sólo en esa provincia hay unas 400 personas afectadas por  año.
Puede  alguien creer que es posible poner esta carga de venenos en la  superficie de la tierra sin convertirla en un lugar no apto para la  vida? No debieran llamarse insecticidas, sino biocidas”, reflexiona la  abogada ambientalista y militante antiglifosato Graciela Cristina Gómez,  quien a fuerza de coraje y de medidas judiciales, logra frenar de a  poco a los que –a fuerza de tóxicos y semillas transgénicas– acrecientan  sus cuentas mientras siembran la devastación. Gómez debió escuchar más  de una vez que el glifosato no afecta a las personas, que sólo mata a  las malezas que amenazan la rentabilidad sojera. Hoy, esta abogada tiene  una prueba que, probablemente, hubiese preferido no encontrar: Julieta  Sandoval, una beba que nació en medio de las fumigaciones, padeció sus  efectos desde el parto y finalmente, murió en el más inexplicable de los  abandonos.
 

 
 
