Autor: Ariel Petruccelli
Mientras Santiago Maldonado continúa 
desaparecido (y todo hace pensar que la Gendarmería Nacional está 
implicada en el hecho) y Facundo Jones Huala sigue pasando sus días en 
la cárcel, autoridades del gobierno y periodistas sensacionalistas, como
 el inefable Jorge Lanata, compiten por instalar la idea de un nuevo 
enemigo público: el terrorista mapuche.
Ya se escuchan amplificadas las viejas 
cantinelas que, al menos en el sur, tienen larga data. Pero ahora la 
audiencia alcanza a todo el país. Es un buen momento, pues, para aclarar
 cuestiones, refutar tonterías y sentar posición.
Quiñe: hacerse cargo.
Aunque suene de mal gusto y pocos estén 
dispuestos a reconocerlo, la Argentina es un estado colonial. Ejerce 
indudablemente un colonialismo interno, y ocupa territorios de pueblos 
originarios arrebatados por la fuerza de las armas a finales del siglo 
XIX. Esto no es materia opinable. No es interpretación: es una pura 
descripción objetiva que ningún historiador honesto podría rechazar. 
Como historiador y como argentino tengo la obligación de plantear esta 
incómoda verdad (sin hacer concesiones, de paso, a las sonseras de la 
pos-verdad, que no es otra cosa que el viejo relativismo arropado con 
nuevas prendas, pero igual de insulso).
En cuanto a la afirmación de que los 
mapuche son en realidad chilenos, sólo cabe decir que carece de toda 
pertinencia histórica. Los mapuche habitaban un territorio que se 
extendía a ambos lados de la cordillera de los Andes, desde muchos 
tiempo antes de que los Estados de Chile y Argentina tuvieran 
existencia. La campaña militar de Roca fue una invasión violenta que 
tuvo por finalidad la apropiación para la clase terrateniente argentina 
de las ricas tierras de los mapuche. Un despojo, ni más ni menos.
Epu: ¿hemos avanzado?
Algunos dirán que bueno, que la 
ocupación, el despojo y el etnocidio cometido contra los pueblos 
originarios del actual territorio del estado argentino es una desgracia,
 pero que es necesario superar el pasado y que, en los últimos años, se 
ha reconocido legalmente su carácter de pueblos preexistentes y se han 
sancionado leyes favorables. Ante esto, hay que decir sin embages que 
aunque ha habido algunas mejoras, la inmensa mayoría de la población 
mapuche, qom, wichi, etc., continúa sumida en la pobreza, sin haber 
recibido reparaciones territoriales, carente de autonomía, sujeta a 
presiones estatales y privadas que degradan su cultura. Quizá las 
autoridades públicas o los argentinos creamos sinceramente que se ha 
avanzado. Pero, en realidad, habría que preguntarles a ellos: ¿estamos 
seguros que nos darán la razón?
Küla: Las cartas sobre la mesa
En mi opinión, el Estado argentino 
debería reconocerse como lo que efectivamente es: un estado 
plurinacional y multicultural. Hay muchos habitantes del territorio 
estatal que no se reconocen como argentinos, y son además descendientes 
de pueblos que lo habitaban desde hace siglos e incluso milenios.
Superar el colonialismo y el racismo que 
lo informa (presente en la vida cotidiana, como bien lo saben sus 
víctimas, y como persiste en ignorar buena parte de la población 
perteneciente a la etnia mayoritaria: esto es, la argentina) entraña 
avanzar hacia una auténtica y genuina interculturalidad. La misma 
presupone cierta simetría entre las partes (hoy inexistente) y, desde 
luego, respeto mutuo. Para limpiar nuestra honra de la suciedad del 
colonialismo y del racismo todavía vigentes, hay que pensar seriamente 
en vías genuinas de reparación histórica que incluyan lo económico, lo 
lingüístico, lo cultural, lo político y lo territorial.
Meli: Resistencia
Todo grupo oprimido o explotado tiene 
derecho moral a resistir y rebelarse. Y el colonizador carece de 
legitimidad para dictaminar sobre las formas de esa resistencia. 
Exigirle a un grupo oprimido que se abstenga de cualquier tipo de 
violencia es desarmarlo de antemano. Esto no significa, sin embargo, que
 se deba aceptar a-críticamente todo tipo, forma y grado de violencia 
perpetrada por los oprimidos. En absoluto. Las acciones de violencia 
política habrá que evaluarlas y juzgarlas en su concreta historicidad.
Kechu: ¿Terrorismo?
Ya circula en la Argentina la acusación 
que desde hace décadas es en Chile (otro estado colonial) moneda 
corriente: hay mapuches terroristas. La afirmación carece de todo rigor,
 salvo que llamemos terrorismo a cualquier cosa. En este punto quisiera 
citar a José Marimán, un intelectual mapuche lúcido, riguroso y honesto:
 “[R]echazo enfáticamente la idea de que los mapuche estén actuando como
 terroristas, según intentan instalar en el imaginario político social 
algunos representantes de las elites y grupos de poder. Manifiesto que 
las acciones imputadas a los mapuche de sabotaje y que afectan 
maquinaria agrícola, instalaciones agrícolas o forestales, o camiones, 
no se mueven en la lógica de una definición más/menos aceptada de 
terrorismo. Esto es, una acción dirigida conscientemente hacia una 
población civil, por una o ambas partes beligerantes en un conflicto” 
(José Marimán, Awkan tañi müleam Mapu Kimüm. Mañke ñi pu kintun 
(Combates por una historia mapuche. La perspectiva de un cóndor), 
Centros de estudios Rümtun – Heinrich Böll Stiftung, 2017, p. 125).
La inmensa mayoría de las acciones de 
lucha mapuche son pacíficas, y en los casos en los que se recurre a 
algún tipo de violencia, como en los reseñado por Marimán, se trata de 
acciones defensivas que no tienen por objetivo ni la vida de civiles (lo
 que podría ser catalogado legítimamente de terrorismo) ni son acciones 
contra las fuerzas de armadas y de seguridad (lo que podría se 
catalogado como lucha armada). Se trata siempre de atentados contra la 
propiedad: simples formas de acción directa o sabotaje. Presentar estas 
acciones como actos de terrorismo (y juzgar a sus perpetradores bajo tal
 figura, como sucede habitualmente en contextos de rebeldía 
anti-colonial, como sucede tanto en Chile como en Argentina ) es una 
forma más de colonialismo (la misma acción realizada por un miembro de 
la etnia dominante sería catalogada de simple delito o disculpada como 
un acto de locura). Y el colonialismo, se sabe, se funda en la violencia
 y tarde o temprano produce contra-violencia de los colonizados. No 
tengo ningún empacho en repudiar toda forma de terrorismo: el de ISIS y 
el de USA. Pero, no hay, no existe, terrorismo mapuche.
Kayu: diversidades
Aunque sea obvio, vale la pena repetirlo.
 El mundo mapuche es un mundo tan diverso como cualquier otro. Hay 
mapuches de derecha y de izquierda, rurales y urbanos, esencialistas y 
anti-esencialistas, tradicionalistas y modernistas (incluso 
pos-modernistas), autoritarios y democráticos, espiritualistas y 
materialistas. En su interior florecen diferentes proyectos políticos. 
Antes de hablar desde el prejuicio y, sobre todo, antes de de abrazarlos
 o condenarlos en bloque, lo correcto sería conocerlos, en su inmensa 
diversidad. Su cultura es una cultura viva, oprimida pero vital. Y como
cualquier cultura, cambia, muta, se 
transforma. Afirmar que alguien no es mapuche porque no habla mapuzugun o
 porque vive en la ciudad es, simplemente, no entender nada de nada.
Regle: ¿secesión, autonomía, estado?
Como recientemente nos recordara Diana 
Lenton en un artículo de todo punto de vista recomendable (“El nuevo 
enemigo público”, publicado en Anfibia) “a pesar del maltrato recibido 
durante siglos, y a pesar de esta diversidad interna que posibilita toda
 clase de respuestas, no hay prueba, hasta hoy, de la existencia de un 
proyecto secesionista –y mucho menos, violento- entre los líderes 
mapuche de este lado de la cordillera, tal como comenzaron a agitar de 
la noche a la mañana algunos funcionarios”. Cabría agregar, por lo demás
 que tampoco lo hay del otro lado. Es decir, no hay en todo el Wallmapu,
 territorio mapuche a ambos lados de los Andes, ningún proyecto 
secesionista. Lo que hay, a lo sumo y reconocido en documentos 
político-jurídicos de las Naciones Unidas referidos a los Pueblos 
Indígenas, son propuestas de autonomía y autogobiernos: y lo interesante
 para conocer y analizar en términos de política intercultural, es 
decir, tal como debiéramos comenzar asumir los análisis políticos en un 
país multilcultural como es este en el que vivimos, es que en el caso de
 las públicamente conocidas por quién quiera informarse, se trata de 
propuestas de autonomía concebidas para todos los habitantes de la 
región, mapuche y no-mapuche.
Pura: ¿anti-capitalismo?
Las organizaciones mapuche que han 
recurrido y recurren al sabotaje y a la acción directa -como la 
Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) en Ngullumapu, territorio mapuche en 
Chile, o como Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), en Puelmapu, 
territorio mapuche en Argentina- suelen esgrimir un fuerte discurso 
anti-capitalista: sus enemigos más inmediatos, de hecho, son las 
corporaciones forestales o el latifundista extranjero Benetton. Sería 
erróneo, empero, pensar que todos los mapuche, o la mayoría, son 
anti-capitalistas. No lo son, al menos no por ahora.
Aylla: Solidaridad
La causa mapuche reclama la solidaridad 
de todos los hombres y mujeres honestos que condenen toda forma de 
opresión, sea la que sea y la cometa quién la cometa. Solidaridad, sin 
paternalismo. Luchando codo a codo, libres e iguales, por un mundo que 
nos incluya a todos/as.
Pukem antü mew 2017, Newken waria, Puelmapu
(Invierno 2017, ciudad de Neuquén, Territorio Mapuche en Argentina)
Ariel Petruccelli -historiador- UNCo-
 

 
 


