(CEPA).- Adelanto de conclusiones:
-Una de las principales desigualdades económicas que afecta a las mujeres es la 
brecha de género en los ingresos. Si se considera la brecha de ingresos de la ocupación principal (vinculada a la actividad laboral), la misma se ubica en el 
27% para el segundo trimestre de 2017,
 según los últimos datos de la EPH – INDEC. Incluso si se considera la 
brecha de ingresos personales (incluye ocupación principal, secundaria e
 ingresos como laborales como jubilación o renta) la brecha de género 
persiste ubicándose en 29%.

-Cuando se considera la evolución de la brecha de ingresos por la ocupación principal en el largo plazo, se observa que 
entre 2004 y 2015 hubo una contundente disminución (11 puntos porcentuales) pasando del 33% al 22%.
 Este proceso está asociado a la mejora de los indicadores 
macroeconómicos en general y del mercado de trabajo en particular 
(salario real, nivel de registración, mayor cobertura de los convenios 
colectivos de trabajo. etc.). 
Hacia 2017, vuelve a haber un 
repunte de la brecha asociado a la incipiente desregulación del mercado 
de trabajo, ubicándose en 27%. Ahora bien, la permanencia de 
una brecha que rondó el 20%-24% durante todo el período demuestra la 
existencia de un núcleo duro de la desigualdad que requiere políticas 
específicas si se pretende erradicar la inequidad de género en los 
ingresos.
-Uno de los mitos en torno a la brecha de género es que la misma se debe
 a que las mujeres son peor remuneradas a igual tarea realizada por 
varones. Sin embargo, esto aunque pueda suceder en la práctica en 
algunos casos, no explica el fenómeno macro. 
Entre las 
principales causas de la desigualdad salarial, se encuentra la 
inequitativa distribución entre trabajo productivo y reproductivo
 (las mujeres dedican menos horas al trabajo remunerado porque deben 
atender al sostenimiento del hogar), lo que se refleja en la tasa de 
actividad: 69,8% es la tasa masculina y 47,9% la femenina.
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Otra de las causas de la desigualdad de género en los ingresos es la mayor inserción de las mujeres en la informalidad laboral:
 mientras que el 36% de las mujeres trabaja de manera informal, en los 
varones el porcentaje desciende a 31%. Además, en este universo la 
brecha en las remuneraciones es más pronunciada: mientras que para el 
trabajo informal se ubica en 34% en el trabajo registrado lo hace en 
21%.
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Adicionalmente, un elemento central en la desigualdad salarial es la penalidad de las profesiones asociadas a tareas de cuidado.
 Según el relevamiento realizado en portales web de búsqueda laboral, 
las profesiones de la sanidad, docencia y servicio doméstico, 
fuertemente feminizadas y asociadas al cuidado, tienen peores 
remuneraciones horarias que otras profesiones con similares 
características en términos de formación profesional y experiencia 
laboral.
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El fenómeno de feminización de la pobreza se acrecienta en los hogares con menores y monoparentales con jefatura femenina. El
 27% de los hogares argentinos con menores son monoparentales y de estos
 el 83% tiene jefatura femenina. Esta representación se profundiza en 
los deciles de menores ingresos: los hogares monoparentales representan 
el 66% de los hogares pobres y los que tienen jefatura femenina son el 
60%. En estos hogares la AUH es central ya que el 47% la percibe como 
ingreso principal.
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En cuanto al consumo, las mujeres contamos con costos diferenciales asociados al ciclo reproductivo de la mujer.
 Una mujer cuya menstruación se produce desde los 15, tiene dos hijos 
durante su vida fértil y a los 50 años tiene la menopausia deberá 
dedicar a lo largo de su vida y a valores actuales casi $600.000. 
Durante toda su vida, tendrá la menstruación 420 veces descontando tres 
años de embarazo y posparto. Sumando el valor de las toallitas 
femeninas, pastillas anticonceptivas y analgésicos tendrá un costo de 
$6.518 anuales o bien $198.700 a lo largo de su vida fértil. Asimismo, 
en la etapa de la menopausia y considerando el promedio de vida de la 
mujer, tendrá otros 35 años donde deberá afrontar el gasto de apósitos 
para pérdida de orina, remedios para la incontinencia, pastillas de 
calcio, además de algunos años más de hormonas, lo que implicará un 
gasto anual de $9.240 o de $346.200 durante los 35 años.
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