Ciertamente
 conmemorar un día entre los 365 que tiene un año, no sirve de mucho, 
apenas para cumplir con el mandato del calendario. Pero si la fecha en 
cuestión es el 12 de octubre, el asunto adquiere otro matiz. Hasta no 
hace mucho, cuando estudiábamos en la escuela, festejábamos el Día de la Raza
 que consistía en celebrar la “providencial” llegada de Colón para 
“descubrir” estas tierras alejadas de la mano de Dios que confundieron 
con “La India”.
            Hasta
 no hace mucho, se hacía un poderoso culto de la desmemoria, en realidad
 se le imponía a la sociedad toda, una pedagogía del olvido y la 
mentira. Justamente la desmemoria busca borrar culpas, busca mirar para 
otro lado, procura la inocencia imposible, aspira a que todo siga como 
está. Pero como ya lo dijo Borges: “solo una cosa no hay y es el 
olvido”. Y como agregamos nosotros, no existe el olvido porque existen 
huellas, evidencias, testigos, realidades y documentos que denuncian con
 toda claridad lo ocurrido. Y todo esta concatenado, y toda está en 
relación. Justamente los defensores del Día de la Raza, 
son los mismos que defienden el genocidio perpetrado por el esclavista y
 anti-obrero Julio Argentino
 Roca, son los mismos que durante el Proceso de Videla coreaban aquella 
absurda letanía “por algo será” que repetían como si se tratara de un 
axioma filosófico capaz de explicar lo imposible de explicar o 
justificar, como fue la desaparición de decenas de miles de ciudadanos y
 hasta el secuestro de 500 bebes, de los cuales, felizmente, ya casi un 
centenar ha sido recuperado. 
            De
 un tiempo a esta parte, desde distintos ámbitos educativos, centros 
culturales, concejos deliberantes, secretarías de culturas municipales, 
sindicatos y del Congreso e la Nación, comienza a cuestionarse la celebración del “Día de la Raza”.
 Cada vez es mayor el consenso que no acepta celebrar con júbilo esa 
invasión. Por ejemplo, en múltiples actos, se conmemora el 11 de octubre
 como “ultimo día de la libertad americana” y esta bien que así se haga.
 Es necesario. Sin embargo, en nuestro caso, preferimos celebrar LO 
PRIMERO en lugar de LO ULTIMO. Preferimos conmemorar el 12 de octubre 
como el PRIMER DIA DE RESISTENCIA ante ese ultraje,
 ante esa ocupación criminal que fue la Conquista, que esta tan pero tan lejos de haber sido un edulcorado “encuentro de culturas”. 
            Actos
 como los que estos días se están realizando en todo el país, sirven, no
 para terminar, pero si para resquebrajar a la pedagogía de la amnesia y
 la desmemoria de lo que fue el mayor genocidio de la historia mundial. 
Estos actos que se multiplican indican un cambio, algo está cambiando, 
hay deseos de terminar con un país y una historiografía que festeja los 
genocidios y encumbra a los genocidas. 
            Los
 Hernán Cortes, los Francisco Pizarro, los Julio Argentino Roca, los 
Jorge Videla deben quedar atrás de una buena vez. Deben quedar atrás 
aquellos racistas que no pueden aceptar la condición humana del 
indígena, aquellos que necesitan que los pueblos originarios mantengan 
su lugar de siervo de la gleba, de combustible biológico, de bárbaro sin
 raciocinio ni cultura, de sirvientes, en definitiva: de esclavos ante 
la sombra del amo.
            Justamente
 para terminar con ese racismo, para acabar con esa discriminación, nos 
complace sobremanera esta multiplicación de contrafestejos, y las luchas
 que se derivan de ellos como las que se están protagonizando en tantos 
lugares del país para sustituir el malsano nombre de Conquista del 
Desierto y al cruel general Julio Roca, que si logró treparse al bronce 
de calles y monumentos, se debió al reparto de los millones de hectáreas
 que en su momento entregó a los apellidos más conspicuos de este país, 
que como muestra de gratitud lo insertaron para siempre en las laminas 
escolares de Anteojito.
            Afortunadamente
 eso esta cambiando, un nuevo tiempo de justicia y fraternidad que 
recupera el espíritu de mayo, está naciendo. Es lento, pero viene, ya 
está llegando.
 

 
 

