|  | |
| CONTRACULTURA | EL CINE MILITANTE 
 
 Raymundo Gleyzer no fue un cineasta más. El objetivo que perseguía en cada una de sus producciones era convertir al cine en un arma de contrainformación para intervenir en la lucha social. Estos lineamientos se traslucían en cada intervención fílmica que generaba. La constitución de Cine de la Base en 1973 marca el inicio de un fortalecimiento acerca de las metas que se debían concretar desde el punto de vista de la acción política. De todos modos, los trabajos desarrollados por Raymundo y su equipo antes de 1973 siempre expresaron la intención de ser parte de la lucha por la Revolución y acompañar con la cámara los acontecimientos políticos que se iban desarrollando. La primera etapa de Gleyzer encuentra un conjunto de trabajos que recorren el interior del país. Retrata vidas, luchas. Muestra en esas imágenes las consecuencias del insondable avance del sistema capitalista. Y, al mismo tiempo, da la palabra a mujeres y hombres que no se resignan y con su trabajo salen a dar pelea. Huellas. Exploraciones. Búsquedas. Estas imágenes se encuentran en films como "Ocurrido en Hualfin" (1965), "Ceramiqueros de tras la Sierra" (1966), "Pictografías del Cerro Colorado" (1966) y "La Tierra Quema" (1967). Aquí el cineasta y su equipo de trabajo se sumergen en tres pueblos diferentes: Catamarca, donde comparte su estadía con integrantes de la comunidad aymará y construye imágenes que los representan y grafican contextualizando su existencia y la lucha por sobrevivir. Córdoba y los trabajadores de la cerámica que relatan sus modos de vida y sus sueños. También allí, a 164 km de esa provincia, ilustra con las imágenes el modo de vida de los pueblos originarios, Comechingones y Sanivores, los primeros dueños de la tierra. El noreste de Brasil y una familia que busca su lugar en el mundo en medio de una situación de éxodo y abandono. La cámara denuncia, interpela, presenta  lo oculto. Se interna en pasajes olvidados y se contacta con instancias  cotidianas que deben ser exploradas, develadas y a través de ellas  revela un estado de situación, producto de las condiciones reales de  existencia. | 
Gleyzer discute este proceso y cuestiona el modo de trabajo, plantea la forma que debe adquirir una producción audiovisual que sirva a la clase trabajadora, que se plantee como instancia de discusión y análisis, que llegue a los ámbitos donde se entreteje la lucha por el poder: "Pero el problema reside en cómo llegar a la base y no sólo en términos teóricos, que indican siempre que hay que hacer un cine para la base, un cine para la clase, etc., sino el método concreto, la práctica que lo permita. De teoría podríamos hablar aquí varios días, el problema es cómo llegar a un hombre concreto, ese que se está jugando el pellejo, que se está jodiendo la vida trabajando en la fábrica y que tiene el derecho a que por lo menos le aportemos un mensaje, contribuyamos a su propio esclarecimiento". En este extracto de un diálogo que mantuvo con el cineasta Tomás Gutierrez Alea en Cuba en 1970, el cineasta expresa con increíble claridad el objetivo planteado y su necesidad de incorporarse a una organización determinada. El proyecto político donde encontró plasmado sus lineamientos y necesidad de acción concreta fue el desarrollado por Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y su brazo armado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): "(…) con quién necesitábamos tomar contacto era con el pueblo, ese pueblo que estaba combatiendo en la calle"
Desde la conformación de  Cine de la Base, las discusiones en torno a los inconvenientes de  índole técnico y de recursos de producción formaron parte de una primera  etapa de constitución del grupo. La fase de levantamientos  insurreccionales desarrollados a lo largo del país y las profundas  huellas dejadas por la Revolución Cubana, la vida del Che y de Fidel  Castro, los intercambios de matiz más política y de intervención  respecto a la herramienta audiovisual adquirían cada vez mayor peso:  "Nos dimos cuenta nosotros mismos de que nuestro trabajo como Cine de  Base no era tal hasta tanto no lográramos incorporarnos a la tarea  concreta de un grupo que estuviera luchando por la toma del poder en un  plano político, porque sino no somos cineastas políticos, somos  diletantes de un proceso intelectual ajeno al proceso nacional que vive  el pueblo" , declaraba Raymundo, como una afirmación y convicción  irrevocable a sus propias prácticas como cineastas.
Ya lo expresara  el periodista Rodolfo Walsh, como la descripción exacta del  posicionamiento de todo intelectual frente a los tiempos de lucha que se  libran. El escritor define a aquel hombre y aquella mujer que, imbuidos  por sus riquezas teóricas, no se comprometen de lleno en las prácticas  revolucionarias. Y también califica al erudito que pierde de vista que  es en las asambleas, en las tomas de fábrica, en las barricadas donde el  pueblo trabajador y excluido se anuncia. Precisamente esta  contradicción andante que critica Walsh, desde su grandiosa experiencia  como activo militante comprometido, es también el aspecto que Gleyzer  cuestiona desde la óptica de cineasta.
El cine en la  fábrica, la lucha obrera en la pantalla 
"El cine por su  propio engranaje, por su propia metodología de trabajo y estructura  (hace falta una sala, oscuridad, un proyector) no permite que se vaya a  una fábrica, por ej., a proyectar un film para obreros", calificaba  Raymundo allá por la década del 70. Pensaba con razón e insistencia en  las posibilidades de acercar el cine a los ámbitos de trabajo, a los  barrios humildes. Llegar a la base como Cine de la Base. Formar parte de  esa experiencia y conformarse también como herramienta de poder al  servicio de la lucha y denunciando no sólo la explotación capitalista al  interior de las industrias sino también los manejos de la burocracia  sindical. Necesaria y consecuentemente, el film debía terminar con la  mirada de ese espectador para el cual la película había sido creada, con  el debate entre los obreros, con los explotados, con los excluidos de  la tierra.
Nacen "Los Traidores", la primera ficción. Corría el año  1973 y se concreta este trabajo que desarrolla críticamente la temática  de la burocracia sindical peronista, el modo de accionar de los  burócratas que terminan colaborando con las dictaduras de turno. Con la  llegada de este film la concreción de construir salas y canales de  distribución comenzaba a ser cada vez más urgente. Con lo mínimo: un  proyector, un tacho, bancos. 
También varios fueron los materiales fílmicos donde los comunicados de la guerrilla eran difundidos de manera clandestina. En este sentido, en "Swift" (1971) y "Comunicado Nº 5 y 7º del ERP sobre la detención y juicio revolucionario al cónsul ingles y gerente del frigorífico Swift de Rosario" la organización guerrillera pide a cambio de la liberación una mejora sustancial de las condiciones de trabajo de los obreros. "B.N.D" (1972) y "Comunicado Nº 2 del ERP sobre la acción al Banco Nacional de Desarrollo" relatan la expropiación de 450 millones de pesos por parte de la guerrilla. "Ni Olvido ni Perdón" (1973) es un material que denuncia la desinformación de los medios oficiales sobre la primer operación conjunta de las tres principales organizaciones revolucionarias, ERP, FAR y Montoneros: la fuga de 110 militantes del penal de de Rawson. Mientras seis logran escapar a Chile, diecinueve quedan amotinados en el aeropuerto de Trelew. El 22 de agosto éstos fueron fusilados en prisión y sólo tres sobrevivieron. Esta masacre fue justificada por los medios como "Intento de fuga". Ante esta tergiversación de los hechos se produce el corto para denunciar la verdad de lo sucedido.
También la cámara de  Gleyzer se entremezclaba con los cantos de los obreros de la fábrica  INSUD, con su lucha y persistencia, como un integrante más de ese  conjunto de obreros que reclamaban por mejores condiciones de trabajo:  "El ejemplo lo tenemos que dar los obreros como en muchas oportunidades.  Invitamos a todo el pueblo de La Matanza a sumarse a esta  concentración, porque no se trata de un problema solamente de INSUD sino  de un problema prácticamente del país. Nosotros vamos al Congreso para  que salga una ley que favorezca a la clase obrera argentina. Golpearemos  todas las puertas que tengamos que golpear. Esto tenemos que llevarlo  adelante cueste lo que cueste". El plomo los estaba matando y la  patronal y la UOM no los escucharon: "Hoy vinimos al Congreso a exigir  la solución y que sea ahora mismo. Se va a acabar la prepotencia  patronal", entonaban los obreros luego de varios días de toma de fábrica  y olla popular. "Me matan si no trabajo y si trabajo me matan" (1974)  es el producto fílmico de este conflicto obrero, que encontró también el  compromiso del abogado de presos políticos, militante comprometido con  el movimiento, cuya trayectoria se reivindica en el corto: "Rodolfo  Ortega Peña, ese guerrillero del Pueblo", se lee en una placa mientras  se escucha las palabras que brindaba a los allí presentes: "la lucha no  se libra en el Congreso sino que la libran los trabajadores". Y también  se denuncia su asesinato, el 1º de agosto de ese mismo año por la  "siniestra organización paramilitar la AAA pagadas y armadas por este  gobierno pro patronal y pro imperialista".
El fusil de  la contra-información, la mirada de la denuncia 
Raymundo   Gleyzer se encontraba en Estados Unidos cuando se da inicio al  genocidio de Estado perpetrado por la última dictatura militar  argentina. Inmediatamente vuelve al país. El 27 de mayo de 1976 las  fuerzas de la represión lo secuestran, allanan su casa y lo conducen al  centro clandestino de detención. Estuvo en el campo de concentración "El  Vesubio", junto al escritor Haroldo Conti. Ambos se encuentran  desaparecidos.
"Nosotros no hacemos films para morir, sino para  vivir, para vivir mejor. Y si se nos va la vida en ello, vendrán otros  que continuaran", afirmaba Gleyzer en el mismo año de su desaparición.  Raymundo había dejado no sólo varios films que documentaban procesos  socio-políticos sino que había demostrado que el cine -y toda instancia  comunicativa- era también una construcción colectiva. 
En este sentido, la rebelión popular del 19 y 20 de  diciembre creó un amplio espectro de militantes de la comunicación  alternativa que con sus herramientas de difusión retrataron la represión  por parte de las fuerzas de seguridad, el despliegue asesino y también  la autodefensa en las asombrosas barricadas.
En esa construcción de  imágenes y textos fueron creciendo varios grupos de contra-información  que se plantearon la necesidad de denunciar el discurso oficial y darle  voz a los sectores de la sociedad acallados, velados, reprimidos,  excluidos. En estos trabajos comienza a reivindicase y a hacerse más  notable un modo de militar la palabra y la imagen desde el compromiso y  la acción militante.
Y, en estos recorridos, la figura de Gleyzer  representó y representa para muchos un ejemplo de lucha, resistencia,  denuncia. Lugar donde el film, la foto, el texto, la voz deben dar  cuenta de la superficie olvidada, la periferia, la miseria que persiste y  acrecienta, la lucha obrera que no se detiene, los barrios marginales  que se organizan: "por más clara o revolucionaria que sea una película  nuestro trabajo no sirve si no la ve el conjunto de gente, jugándonos  para llegar a ellos del mismo modo como hemos jugado para producirla en  forma clandestina", afirmaba el realizador a fines del régimen  dictatorial del Onganía. 
El relato de los sobrevivientes describe el encono y precisión con el que fue torturado Raymundo. ¿Sabrán las manos asesinas que su visión comprometida y su cámara-fusil revolucionaria dejó la impecable producción de un luchador consecuente con su época? Y esos ojos perseverantes no dejan de abrirse en cada lucha, barricada, piquete, toma de fábrica. En cada insurrección y levantamiento por venir, aquí y en todas partes.
www.anred.org
Para   conocer más sobre Raymundo Gleyzer recomendamos:
  "Raymundo",  documental de Ernesto Ardito y Virna Molina
  "El cine quema", libro  de Fernando Martín Peña y Carlos Vallina
 

 
 
