Hasta el diario La Nación se hizo eco en junio 
pasado del inédito fallo de la jueza María José Sarmiento, que ordenó 
transferir el dominio de tierras en la ladera noreste del cerro Otto al 
Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), para que sean 
adjudicadas a sus ocupantes, el lof Trypay Antú.
La noticiabilidad radicó en que, por primera vez,
 la Justicia Federal se pronunciaba en este sentido a favor de los 
pueblos indígenas. Pero la resolución fue tan inédita como perecedera: 
días atrás, la Cámara en lo Contencioso Administrativo anuló la 
sentencia tras la apelación efectuada por el Estado nacional.
El máximo tribunal federal entendió que entre la 
comunidad y el Ejército (que también se adjudica la propiedad) hubo un 
actor desoído, hasta ahora prescindente en el caso: el Estado de Rio 
Negro.
Una extendida jurisprudencia avala el reclamo de 
Trypay Antú. La Constitución Nacional, en su artículo 75, reconoce la 
preexistencia indígena en el territorio y su derecho a la propiedad 
comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan.
En el año 2000, además, el Estado argentino 
ratificó el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, 
que establece el derecho a la tierra y el territorio de los pueblos 
indígenas.
Asimismo, en 2006, la ley 26.160 declaró la 
emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que 
tradicionalmente ocupan los indígenas originarios del país con o sin 
personería jurídica, tal como observó su reglamentación.
Toda la normativa le cabe a Trypay Antú, que en 
2004 inició junto a la comunidad Rankewe la mensura del terreno lindero a
 Virgen de las Nieves, cuya certificación no pudo concretar debido a las
 acciones interpuestas por el Ejército.
Agotada la demanda por vía administrativa, Trypay
 Antú avanzó en el terreno jurídico desmereciendo la alta probabilidad 
de toparse con una decisión atada a un contexto político desfavorable.
La mala relación con el Ejército se remonta a la 
primera mitad de siglo XX, cuando arribó a Bariloche Napoleón Irusta, el
 primer Jefe con destacamento en la ciudad. Desde entonces, las 
comunidades vivieron tiempos más o menos intranquilos.
A lo largo de su historia, la Trypay Antú y los 
Rankewe sufrieron ocho juicios de desalojo impulsados por el Ejército, 
de los cuales sólo prosperó uno. Luego las comunidades regresaron a su 
tierra.
La tensión tuvo puntos álgidos en 1973, en un 
intento de desalojo violento que precedió al de fines de junio de 1983, 
todavía en dictadura. Entonces, los soldados mataron animales y 
corrieron a las comunidades a punta de pistola.
Quedará ahora en manos de los asesores legales de
 Trypay Antú el camino a recorrer: apelar a la Corte Suprema de Justicia
 o volver a empezar en los fueros ordinarios.
Por Pablo Bassi
Equipo de Comunicación Popular Colectivo al Margen
 


 
 
