Continuidades
 y rupturas de un proceso de colonización aún abierto, arremeten contra 
la Nación Mapuche. Proyectos extractivistas, intereses financieros 
continúan siendo el motor represivo contra los pueblos originarios. Las 
luchas en un mundo cada vez mas violento, nos invita a reflexionar sobre
 nuevas formas de articulación para pensar futuros posibles. Por Juan Gerez para ANRed
29 de Agosto(ANRED).-
                El contexto.
La Patagonia cuenta con una gran cantidad de minerales, yacimientos 
fósiles, recursos hídricos, entre otros, que aún no han sido saqueados 
por completo, podemos creer, en base a una análisis superficial de la 
política tanto nacional como internacional y la estrategia de alianzas 
del gobierno de Cambiemos, qué el trasfondo político y económico que 
tracciona este avance contra el pueblo mapuche tiene por objeto no solo 
garantizar el derecho de propiedad en el plano interno sino que deja 
entrever un posible recrudecimiento (eventualmente luego de las 
elecciones) en la política extractiva que lleva adelante el gobierno 
nacional (si es que la demanda de materias primas a nivel global se 
mantiene). En este sentido, la indispensable reorganización en el plano 
normativo nacional ya fue ejecutada en sectores claves para la 
financiación del estado como por ejemplo el agropecuario y el minero, 
que han sido beneficiados con la quita de retenciones; o en el caso del 
petrolero, generando ciertas condiciones de flexibilización en la 
contratación de los trabajadores y en la protección del medio ambiente. 
Paralelamente, y continuando en la línea de cortesías a las grandes 
empresas vinculadas a estas actividades económicas, en los casos de 
derrames tóxicos producidos en Minera la Alumbrera, los mismos no han 
sido sancionados ni controlados en proporción al daño ambiental 
producido, estableciendo cierto tipo de continuidad con el genocidio 
ecológico llevado adelante por los gobiernos kirchnersitas (solo basta 
mencionar los altos niveles de cáncer en las poblaciones linderas a las 
plantaciones fumigadas con glifosato) y que permite a las 
multinacionales continuar externalizando los daños ambientales en los 
costos de producción.
Puesto que las consecuencias de la implantación de proyectos 
extractivos suele implicar niveles de conflictividad altos, los 
gobiernos han optado en general, por el uso de las fuerzas represivas 
del estado como el modo de zanjar estas disputa, en lugar de escuchar a 
la ciudadanía.
Dos hechos.
Dos datos en particular, podrían aportar argumentos a la hipótesis de
 un posible recrudecimiento en el sector extractivo con especial foco en
 la región patagónica en el plano nacional. Estos son, modernización de 
las fuerzas represivas del estado (compra de armas a los Estados Unidos 
para equipar militarmente a Cruz del Sur, la fuerza de Paz 
argentino-chilena) y las giras internacionales que realizaron varios 
meses atrás el presidente Mauricio Macri conjuntamente con el Gobernador
 de Río Negro, Alberto Weretilneck. Sobre este último punto, no es menor
 analizar la opinión del primer mandatario, qué, estando en China se 
expresó sobre el lugar que él quiere que Argentina ocupe en el mercado 
mundial: "Queremos dejar de ser el granero del mundo para ser el 
supermercado del mundo". En sintonía con estas declaraciones, estando en
 el reino de España, en lo referido al rol del “Plan Estratégico para la
 Patagonia” manifestó: “Argentina tiene desarrollada la minería un 5 
por ciento con relación a Chile, a pesar de que compartimos las mismas 
riquezas a través de las mismas montañas”, para luego agregar “hemos puesto el foco en aprovechar la riqueza acuífera argentina, que está subexplotada”. 
 Cabe destacar que al compararnos con Chile, implica también de nuestra 
parte, mencionar la persecución a la que es sometida el pueblo mapuche a
 través de la aplicación de la ley antiterrorista en nuestro país 
hermano. En este sentido, una ley similar fue creada durante el  
kirchnerismo (en 2007 y modificada en 2011) en suelo argentino la cual 
se  establece como un amenazante y polémico trasfondo político para 
cualquier tipo de resistencia. La persecución contra lo mapuche parece 
hoy encontrar también en Argentina ecos en las palabras y acciones de la
 actual ministra de defensa argentina P. Bullrich siempre que se ha 
expresado en los temas referidos a la organización Resistencia Ancestral
 Mapuche (RAM), a la prisión de F. Huala o la desaparición de Santiago 
Maldonado.
Es necesario remarcar que los grupos de resistencia mapuche tienen 
por objeto  organizar acciones de autodefensa, resistencia, recuperación
 y ocupación de sus tierras ancestrales que les fueron robadas. Por eso 
entendemos que de esta manera, al perseguir a los mapuche, el mensaje 
que el gobierno argentino quiere mostrar en el plano internacional es la
 voluntad de garantizar la “relativa” seguridad jurídica (mientras que 
no investigue los negociados de los grupos de poder) que solicita el 
capital transnacional para invertir en condiciones favorables. Así, una 
vez más, las ventajas comparativas con las que Argentina cuenta y con 
las que se inserta en el mercado mundial implica la explotación y 
privatización de los bienes comunes como la única lógica posible para 
concretizar el ideario del progreso en el Sur del mundo. Entonces ¿cómo 
generar y garantizar las condiciones para la explotación y privatización
 de los bienes comunes con el objetivo de atraer al capital 
transnacional? En pocas palabras, como crear con el menor nivel de 
conflictividad posible en el territorio en cuestión, las zonas conocidas
 como de “sacrificio”, áreas que luego de la ejecución de dichos 
proyectos se vuelve completamente inhabitables. Y arribamos al mismo 
resultado que ha aplicado el kirchnerismo; leyes favorables a las 
grandes empresas, flexibilización, prebendas y represión. Y aquí es 
donde se unen tanto el ajuste a la clase obrera como a la privatización 
de los bienes comunes que surgen de las mismas condiciones estructurales
 de la economía argentina y de su matriz de acumulación. Es por esto, 
que ciertos acuerdos que realizó el gobierno de Macri tanto con el Club 
de Paris como con el FMI ya los habían iniciado el kirchnerismo. Así, 
estos arreglos con el capital financiero tienen como objetivo mostrar 
hacia afuera que en Argentina se respetan los derechos del capital.
Una represión cíclica.
Este contexto requiere recrudecer la represión en los territorios de 
la Patagonia que de alguna manera podríamos entender como cíclica, ya 
que siempre fue y es alentada a lo largo de nuestra historia moderna por
 las elites liberales y sus intereses vinculados a la explotación 
intensiva de los bienes comunes privatizados. Pero también resulta 
necesario recordar que estas elites se encuentra asentadas allí luego 
del genocidio perpetrado en la “conquista del desierto” constituyéndose a
 sí mismas como las dueñas de hecho del territorio patagónico y de todo 
lo allí existente. En este sentido, la necesidad global de incorporar 
nuevamente materias primas al mercado mundial como consecuencia en 
especial de la tracción en la demanda efectuada por los BRICS se 
traduce, desde hace más de quince años, en la expansión de las fronteras
 agrícolas, de la ejecución de proyectos de minería a cielo abierto y/o 
de fracking, entre otros. Dichos proyectos, en su mayoría, se ubican en 
territorios pertenecientes a comunidades mapuche como cabe recordar en 
el caso de Vaca Muerta con la comunidad Campo Maripe o en la comunidad 
Winkul Newen en el en el paraje Portezuelo Chico (aquí sucedió la 
detención y juicio a Relmu Ñamku durante el gobierno kirchnerista) 
resultando siempre en la criminalización de la resistencia.
Por eso, entendemos que estas elites en complicidad con los 
gobiernos, se constituyeron a sí mismas como dueñas individuales de los 
bienes comunes y de todo lo que circule en este territorio. De modo que,
 no importa un derrame de petróleo, las filtraciones de gas que produce 
el fracking o la contaminación con cianuro en la minería a cielo 
abierto, pues la inmensidad de ese territorio bautizado por Magallanes 
como Patagonia es una "cosa vacía" en oferta para el mercado mundial.  
Por lo tanto, la gente que vive allí, dentro de esta lógica, esta sobre 
el territorio pero no puede formar parte de él, por eso la “Conquista 
del Desierto” o la “Patagonia Rebelde” pueden llegar a entenderse 
inscriptas en esta lógica represiva y extractiva. De modo que, no 
resulta tan extraño que el ex ministro de educación E. Bullrich (familia
 involucrada en la venta de tierras robadas a los indígenas) mencione 
con total liviandad que desde el gobierno se intenta llevar adelante una
 “nueva Campaña del Desierto, pero no con la espada sino con la educación”,
 pues aún se parte de concebir a esta región como una cosa vacía (tanto 
de conocimientos ancestrales como de gentxs) que debe ser llenada de 
contenido a través de la lógica del progreso moderno. Por ello 
tranquilamente desde este enfoque podemos concebirla como un 
supermercado para el mundo. En pocas palabras, el progreso se traduce 
allí en la utilización de las ventajas competitivas patagónicas para, 
como en el caso de la minería, poder extraer oro utilizado 
posteriormente en su mayoría en la especulación financiera.
Hacia una acumulación con más ajuste.
En este sentido, y más allá de la composición de clase del gobierno 
de cambiemos, que claramente está asociado al capital financiero 
internacional, este actual patrón de acumulación implica ajustar, como 
ya mencionamos, sobre los sectores trabajadores con la intención de 
generar condiciones favorables para una mayor apropiación de plusvalía. 
El objetivo, claro está, es buscar que el capital se reinvierta 
productivamente pero también el gobierno opta por continuar privatizando
 los bienes comunes como forma de inserción en el mercado global. 
Lamentablemente, esto también lo hubiese realizado un supuesto gobierno 
de Scioli, tal vez con cierto gradualismo, pero puesto que ambos 
comparten la misma matriz productiva, se entiende este patrón de 
acumulación como el único camino posible para salir de la crisis 
económica actual, a decir, mostrar una Argentina abierta a las 
inversiones extranjeras en condiciones sumamente favorables. Por eso las
 primeras series de contra reformas que el gobierno del PRO ha 
realizado, paralelamente a la quita de retenciones, han sido contra la 
clase obrera y sus conquistas, llevando adelante un proceso de 
transferencia de la riqueza hacia los sectores más pudientes a costa de 
los primeros y generando condiciones favorables para el capital. Sin 
embargo, este proceso de lucha aún se encuentra con un final abierto 
como lo demuestra el caso de PepsiCo.
En lo concreto, el objetivo que se ha planteado el gobierno de 
Cambiemos es crear las condiciones para mejorar las posibilidades de 
generación de plusvalía abaratando el valor de la mano de obra y 
disciplinando a la clase obrera, mientras que paralelamente desarrolla 
un control de la economía nacional enmarcado en medidas económicas de 
tipo monetarista, por eso ha quitado también las restricciones a los 
movimientos financieros. Del mismo modo, se han ejecutado una serie de 
ajustes en el plano nacional que busca reducir el gasto público y la 
circulación de dinero, aspecto que permitió durante los gobiernos neo 
extractivitas progresistas generar entre los sectores trabajadores 
cierto consenso a través de otra forma distributiva que hoy entró en 
crisis. Por lo tanto, si en una etapa anterior se advertía con facilidad
 cierta dificultad en trazar alianzas entre movimientos de defensa del 
medio ambiente con sus prácticas alternativas y los sectores 
trabajadores, hoy podría llegar a pensarse posible que tal obstáculo 
podría modificarse si es que se logra romper, a través de movimientos de
 base en ciertos sectores estratégicos de la economía, con las 
burocracias sindicales.
Un futuro posible.
Sobre la generación de plusvalía y la privatización de los bienes 
comunes podemos ver claramente el recrudecimiento de la explotación 
sobre ambos sectores y como consecuencia, el aumento de una 
conflictividad social que aún no puede encontrar una articulación clara.
 En este contexto un primer paso podría partir desde un doble 
movimiento; uno “hacia afuera” en alianza con los otrxs, y un “hacia 
adentro”, como crítica ética a nuestra forma y valores de vida. Un 
“hacia afuera” que implique conocernos a los otrxs desde las 
resistencias a lo que nos duele y nos hace mal, y retomando antiguas y 
modernas discusiones, se piense lo justo en términos de “el consumo” 
como aquello que es útil para la reproducción de la vida, siempre 
incluyendo y pensando en el otro.  Esto degenera en una crítica a la 
matriz productiva extractivita y a nuestra forma de vida y debe suponer 
propuestas concretas de producción basadas en los bienes comunes y la 
autogestión como una plataforma para crear y refundar formas de vida, 
espacios de resistencias, pueblos originarios, campesinxs, movimientos 
sociales, cooperativas, partidos políticos, entre otros, que busquen 
incorporar estas demandas y prácticas en una lógica que se oponga a esas
 condiciones que  imponen las relaciones sociales capitalistas, es 
decir, contra ese país marcado a fuego desde la contrarrevolución, que a
 base de un mayor sacrificio en todos sus ámbitos, busca siempre 
tornarse más competitivo, lo que se supone que es insertarse en el 
mundo.
Por eso, para pensarnos nosotros, los que defendemos el amor, la vida
 y la libertad sobre el cuerpo, nuestro futuro, que es político, debería
 enfrentarse directamente contra el capital y la forma de apropiación y 
distribución de la plusvalía pero con propuesta concreta aquí y ahora. 
Pero para iniciar este camino a la redención como pueblo, en este “hacia
 afuera” y “hacia adentro”, es necesario comenzar a criticar nuestra 
argentinidad (que tiene casi apenas ciento cincuenta años de historia) 
para que en el “hacia afuera” podamos entender a los mapuche y los otros
 treinta y siete pueblos naciones que habitan en el territorio hoy 
conocido como Argentina, como lo que siempre son y fueron; actores 
políticos activos con intereses propios y diversos.
Por eso, este camino a recorrer se torna urgente si es que aún 
queremos salvar y reunificarnos con la madre tierra. Una emancipación a 
ser construida en perspectiva histórica nos aguarda pero este esfuerzo 
implica repensar desde todos los enfoques teóricos (en especial, desde 
la teoría crítica) el vínculo entre progreso moderno y pueblos 
originarios para en el mismo acto unirnos en la resistencia. Y es así 
que al enfrentar los proyectos neoliberales que nos objetivan cómo un 
“supermercado” de Gentxs y Pachamama privatizadxs la resistencia se 
torna legitima como pueblo. Paralelamente, nuestro “hacia adentro” 
implica el compromiso de criticarnos y reformular la relación que tiene 
nuestro socialismo con la naturaleza para que gente y Pachamama abandone
 la historia de aquella escisión fundacional que los interpela como dos 
ámbitos separados, estrategia esencial para el sistema mundo 
moderno/colonial capitalista/patriarcal. Porque si de algo al menos 
podemos estar seguros es de que este recrudecimiento represivo contra 
los mapuche y contra nosotrxs recién comienza. Entre la tensión entre el
 “hacia afuera” y el “hacia adentro” habita en nosotrxs la situación 
para ver en este contexto una oportunidad para construir un socialismo 
inclusivo, ya no más eurocéntrico, colonial y patriarcal. De lo 
contrario, podemos contentarnos con la mera denuncia de la represión a 
los pueblos originarios.
                
                 

 
 
