Lucas tenía 25 años cuando lo conocí, como todos sus compañeros fue tímido al principio. Eran poco menos de 10 pibes que estaban en libertad condicional y venían a la capilla del San José Obrero a aprender a soldar, y de paso un poco de construcciones, y tomar unos mates, y charlar un rato.
Mirta Elvira desde el ministerio de Vallaza habilitó un proyecto de la Pastoral Penitenciaria para capacitarlos, esos proyectos que varios ciudadanos fustigan a través de los comentarios de los medios digitales sin decir con que los van a reemplazar. Fuimos aprendiendo herrería y charlando y casi todos contaron sus historias, historias de muerte, de asesinatos propios y ajenos, de violaciones terribles de la dignidad humana en las cárceles de la provincia.