(APe)-. No están registrados en los anaqueles burocráticos del Estado. Por lo tanto, no existen.
Por más que tenga pelos revueltos o un sueter más amplio de lo aconsejable, por más que sea largo y ya tenga vellos en las piernas y que los carteles en las calles le digan que puede votar, por más que el piojerío le juegue a la rayuela de la frente a la nuca, por más que tenga cara, que se ría con tres dientes de leche, que llore a mares, que haga pucheros, por más que le cambie la voz y se le mezcle entre ronca y finita, por más que se lo vea con la gorrita y los jeans rotos, no existe.
No existen. Son 168.000 chicos sin DNI, con una existencia apenas virtual, fantasmagórica, un cuerpo que puede tocarse pero también un papel en blanco. Que desmiente lo que se ve y se toca.
El estudio es del Observatorio de la Deuda Social de la UCA y el Iadepp y asegura que el 1,4% de los niños argentinos de entre 0 y 17 años es indocumentado. Pero lo peor sucede en la franja de entre 0 y 4, cuando trepa al 2,3% la cantidad de pibes sin DNI.