Cuando uno se va dando
cuenta que nos están matando los hijos tomamos conciencia de que
esta urgencia nos desborda porque precisamente la muerte ejercida por
la propia mano del hombre “poderoso” nos va arrancando la vida
poco a poco, uno a uno.
Y ni vale la pena
contar almanaques y recordar fechas, y a esta altura quizás tampoco
valga la pena contar las páginas de esos expedientes que muchas
veces, casi siempre… terminan convirtiéndose en la lapida de la
justicia legitima.
El caso de Coco Garrido
se va convirtiendo en uno más de estos casos donde la cuestión
leguleya y sus invisibles cordones y trampas van enredando los pies
de la justicia legitima que siempre deseamos que avance, ya no que
llegue. A esta altura ya muchos sabemos que el juez Losada, ese mismo
que en otras épocas despertaba esperanzas y admiración por su
postura a favor de lo legitimo, va encaminando la causa hacia una vía
muerta, una vía donde tal vez lo que decida el juez no sea más que
un “apercibimiento” a los policías que no “le quitaron” el
cinturón a Coco el día que lo detuvieron por una contravención de
transito. Todo indicaría, y hasta los más entusiastas defensores de
Martin Lozada lo creen así, que las últimas decisiones tomadas por
este juez lo van enterrando bien profundo en las tinieblas de la
corporación judicial que nunca va en contra de la policía asesina.
Pero es necesario
desdoblar esta situación y verla por distintos lados, desde el lado
de la cuestión judicial, y desde el lado de nuestra propia
participación en la lucha que busca real y legitima justicia.
Del lado de la cuestión
judicial el largo camino de la injusticia con Coco comienza con el
abuso de autoridad de la policía de Rio Negro (ya no como sujetos
sueltos dentro de ella, sino como acción institucional, como moneda
corriente de su accionar delictivo policial) donde se detiene de
forma incorrecta a quien había quebrantado la ley de transito,
continua con los apremios ilegales dentro de la comisaria que habrían
desencadenado la muerte de Coco, y una vez simulado el supuesto
suicidio, da participación a un sistema legal y jurídico que rompe
con toda norma ética y de ahí en más el forense, el juez, el
fiscal van acumulando una cantidad alarmante de irregularidades que
buscan ocultar la verdadera causa de la muerte de Coco. De todas las
irregularidades cometidas por el aparato judicial la más grave es la
destrucción y eliminación de las pruebas físicas en las que se
apoyaron para determinar el suicidio, las partes del cuerpo de Coco
que se deberían haber preservado post autopsia fueron destruidas, y
así se intento garantizar la impunidad. Y casi lo lograron ya que la
causa había sido archivada, alegando un supuesto suicidio, pero lo
que no preveía la corporación judicial y policial era que una
insistente y nutrida participación de distintos grupos de
movilización y lucha por los derechos humanos y contra la impunidad
no se iban a quedar quietos y empezaron a transitar las veredas de la
lucha junto a los familiares de Coco, y de ahí en más vino la
reapertura de la causa, la ampliación de pruebas, nuevos peritajes,
etc etc que comenzaron a echar luz sobre lo sucedido en la oscuridad
de la corporación policial rionegrina.
Y a partir de esa
participación militante y de movilización que logra reabrir la
causa debemos comenzar a ver desde el otro lado: desde la vereda de
la movilización.
Pero en esa vereda no
todas son rosas y avances. Muchas veces nos hemos hecho eco de la
sensación que tuvieron los familiares de Coco y los militantes por
los derechos humanos quienes sentían cierta “soledad” en la
lucha que se estaba intentando dar en busca de justicia legitima;
muchas veces en todos estos calendarios que van pasando y marcan
distintos aniversarios de la injusticia para Coco, pudimos ver que
muchas de las marchas de reclamo no contaban con la participación
popular necesaria para seguir avanzando en la exigencia de justicia.
Varias veces vimos con tristeza que a las marchas mensuales iban los
padres y familiares de Coco, los militantes de DDHH y algunos otros
vecinos que nunca dejaron de ir a poner el brazo, la voz, el cuerpo y
el alma.
Muchas veces me
pregunte porque tantas veces fueron no más de 15 o 20 si lo que está
en juego es poner un parate a quienes están matando nuestros hijos
con la cobertura jurídica institucional adecuada.
Muchas veces me
pregunte porque, si para otros temas importantes hay participación
masiva y numerosa, para este que no es menos importante (quizás
primordial porque hablamos de la vida de nuestros hijos aplastada por
la impunidad estatal) la participación es limitada y a veces ha sido
hasta demasiado escasa.
Sera que pesan más las
aparentes “diferencias de método”? o ciertas incompatibilidades
ideológicas?, será que estas cuestiones pesan más que el reclamo
justo y legitimo ante la impunidad con la que se mueve un sistema que
no solo nos arrebata la tierra, los derechos, la democracia y el agua
sino que además nos arrebata la vida de nuestros hijos y
compañeros?. Si fuera asi nos debemos un debate profundo sobre la
sociedad que pretendemos construir a futuro, ya que aquí de lo que
se habla es de la vida, o de perderla en el callejón oscuro del
aparato represivo estatal, que no es poco.
Quizás debamos hacer
vibrar cada día nuestras fibras más intimas y hacer el ejercicio
simple de pensar que desearía cada uno de nosotros si nos tocara
pasar por el dolor de haber perdido injustamente a manos de la
institución policial algún hijo, algún hermano, algún amigo?, que
esperaríamos entonces que hagan nuestros vecinos, nuestros amigos?
Y una vez hecho este
ejercicio anímico, como nos ubicaría respecto de nuestra
participación?, nos seguiríamos conformando con poco?.
Tenemos, debemos
obligadamente, ser cada vez más, porque es la única forma que nos
queda de reclamar por lo legitimo, de otra forma le daremos contenido
a esa famosa frase “son cuatro gatos locos” que tantas veces nos
ha molestado escuchar.
Si en su momento
hubiéramos aceptado respetar “las normas” impuestas
sistemáticamente por los que ostentan el poder, hoy el ingreso al
Lago Escondido sería ilegal, la trata de personas en la comarca
andina estaría naturalmente aceptada como otra fuente laboral, FM
Alas no existiría mas por decisión del Comfer, ya estarían
construyendo las primeras mansiones en la Pampa de Ludden junto al
flamante aeropuerto de Joe Lewis, la mina de oro en Esquel ya
llevaría algunos años de plena explotación, las laderas del cerro
Piltriquitron estarían en manos del mismísimo magnate Joe Lewis, y
también existiría un amplio camino hacia Chile generando una
irremediable herida agonizante en los bosques de ese lugar, todo esto
entre otras cuestiones que se habrían realizado dentro de las
“normas” establecidas por el poder y aceptadas a rajatabla dentro
de las “buenas costumbres” que se nos pide o exige que muchas
veces pongamos en práctica sin chistar.
Cada una de estas
barbaridades que nos parecían injusticias (y lo son en verdad!) y
que contaban con el aval de la impunidad del estado, apañando
intereses corporativos económicos, políticos y hasta judiciales,
fueron frenadas porque en la vereda de la participación y
movilización fuimos muchos, cada uno desde su lugar, desde su
espacio de construcción social y política, desde su voluntad, codo
a codo, empujando para el mismo lado, juntos no entreverados, con
nuestros distintos métodos, nuestras distintas visiones, nuestros
distintos caminos personales, pero todos por la misma vereda de la
lucha, la del reclamo justo, la de la dignidad de ser parte de
construir colectivamente justicia legitima.
Así como alguna vez
nos convocamos, y de alguna forma nos exigimos la participación
masiva en pos de esos objetivos, hoy hace falta que hagamos lo mismo,
hasta que de una vez por todas se haga justicia por Coco, uno de
nuestros hijos.
Leo Grela
Este viernes 22 nos
convocamos a las 8 de la mañana en los murales de Otoño y Coco ahí
en la Plaza pagano de El Bolsón, nos vamos a Bariloche a exigir
justicia legítima y basta de defender intereses corporativos del
aparato judicial y del aparato represivo de la policía de Rio Negro.
Hace falta que
participe todos y cada uno de nosotros, por Coco, por nuestros hijos
y por nuestra dignidad.