Hace dos años Carlos Fuentealba yacía ensangrentado sobre la ruta por las balas asesinas de Sobisch. Si bien el dolor de la pérdida de un compañero, de un profesor, de quien sea que sea y el lugar que ocupe en la vida de quien esté cerca es un camino bien difícil, más difícil se hace cuando las manos asesinas quedan impunes. Impunes por la complicidad de una justicia manchada, y marcada de cerca (si es que puede diferenciarse) por el poder político y que de ninguna manera está dispuesta a pagar los costos, o a perderse las regalías que estas relaciones carnales le garantizan.
Hoy los docentes de Río Negro nos encontramos (o por lo menos mayoritariamente queremos hacerlo) también sobre la ruta, como Carlos ese rojo 4 de abril. Aquel gobierno de Sobisch eligió el aparato represivo para quitarse de encima las demandas legítimas de los trabajadores de la educación. Este Gobierno de Saiz, primero apuntó a la indiferencia y al abandono para probar y al mismo tiempo desgastar a los trabajadores de la educación de Río Negro, lo que terminó provocando la muerte del compañero Pascual Mosca. Una muerte fue directa, otra indirecta, pero dos muertes de trabajadores al fin por las políticas que cada estado provincial decidió tomar.
A 2 años de la muerte sobre la ruta, que más allá del dolor ya mencionado, es la muerte más digna que le puede tocar a un trabajador, el sindicato docente de la provincia de Río Negro decide donde va a estar y su manera de homenajear a Carlos Fuentealba.
Una de las vergüenzas más aberrantes quizás que nos atraviesa, es estar analizando un fallo de la justicia que atenta sobre el legítimo derecho a huelga, y que la Conducción fría de este sindicato ha tomado implícitamente como válido, al gestionar por todos los medios el ámbito orgánico que permita aceptarlo o rechazarlo. Mucho más avergonzante es si recordamos que quien toma la decisión en definitiva política de este cuasifallo es la misma justicia que deja impune el asesinato, el mismo brazo jurídico del poder económico y político que no vacila al momento de ubicarse del lado de las clases sociales en lucha.
Pero más grave aún, es la decisión que también deberá tomarse sobre la permanencia o no de los trabajadores de la educación sobre la ruta, también forzada por una conducción gremial autista y orgullosa; esa ruta que hoy en día es el elemento de cohesión, el bastión de una lucha enfurecida, como también así la comprendió Carlos hace 2 años. ¿Por que es así como deben darse las luchas no? Enfurecidas por las convicciones, por las necesidades materiales y esperanzadas por los sueños colectivos…
Pero pareciera no ser la interpretación de la conducción de este sindicato temeroso de las luchas, de las barricadas, de la mugre en los rostros felices, de los cientos de desollinadores que se pasean por el asfalto recalentado por los últimos soles de verano...
Es cierto que si hacemos una lectura que evite interpretar comportamientos mal intencionados como lo podría ser una antología de la “entrega”, no podemos culpar a una dirigencia de no saber hacer, no saber o no querer llevar este tipo de modalidad de lucha, porque a diferencia de Carlos, nunca lo hicieron, nunca lo pensaron. Se aprende haciendo (¿o Carlos habrá cursado en alguna universidad o instituto la correlativa de piquete, barricada II?). Pero básicamente se aprende haciendo, cuando existe la convicción profunda y la conciencia de clase suficiente, para comprender que el trabajador debe acudir a los métodos de lucha más radicales porque esa es la única manera de lograr sus reivindicaciones, más allá del currículum de organización gremial de 30 años y el índice de pasos logrados, más allá de la manipulada opinión pública, más allá de la culpa burguesa, y mucho más allá de lo que la corrompida y confundida ética contemporánea considera correcto (y por supuesto, lo jurídicamente correcto).
2 años después, sólo nos queda para reivindicar la lucha y entrega de Carlos, seguir de pie sobre la ruta, como el símbolo concreto, más allá de las palabras obligadas que se terminan transformando en el lugar común de la oratoria burócrato-sindical.
Hechos. No palabras
Carlos, desde la ruta, hacia tu ruta, la que nos marcó el camino.
Arriba los que luchan