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jueves, 21 de marzo de 2013

POLENTA, ARROZ Y PARAISO.

(APe).Por Silvana Melo.- El ardor pro papal, profundizado por la convicción umbilical argentina, ha puesto en marcha su parafernalia de la fe, la emoción y la misericordia. Y habilitó otro capítulo de la mitología de los individualismos locales en el mundo, en contraste brutal con la imposibilidad de construir en colectivo. Francisco ya es remera como Diego o el Che. Ya es pin, bandera, afiche en la 9 de Julio. Ya es peronista, revolucionario, impulsor de la Patria Grande. De “entregador” o “genocida” a piadoso salvador. Rara la Argentina, que coloca un papa en el centro del poder mundial y el hombre se vuelve progresista a los 76 y en la cúspide, cuando la gente suele ponerse conservadora y estricta. Acaso se haya olvidado, en una valijita en la esquina de la catedral, su pertenencia sin rebeldía a un esquema clerical superortodoxo, las acusaciones de connivencia con la dictadura, la intolerancia hiriente ante el matrimonio igualitario y la diversidad sexual. El amor frenético, abonado por los virajes eclécticos del kirchnerismo y la adulatoria grosera e intencionada del resto, ha iniciado el camino de la peligrosa intangibilidad de Jorge Bergoglio.