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lunes, 3 de abril de 2017

EDITORIAL: NOS QUEDAMOS CON ÉL Y LA QUE LUCHA.

El Bolsón (ANPP).-

 
“ Hay un maestro que no quiso ser Sarmiento. Que se sentó con un mate a compartir enseñanzas con estudiantes indígenas, pobres, hijos de trabajadores. Con los pibes y pibas que habitan el subsuelo de este mundo. Un maestro que no se propuso blanquearlos, ni cultural ni políticamente. Que no se propuso enseñarle la fantasía de una igualdad republicana, que estalla en cada una de sus vidas destrozadas por el capital y por el racismo”. (Claudia Korol. 2015)

Una herida soy buscando el salario 
Maestro de pie cuidando pichones blancos 
Que maduraran iluminando tu pago” (N. Garnica, “El Olvidao”)

No nos consideramos de esa parte que llena las plazas para defender un gobierno para ricos o para apoyar la guerra de Malvinas como en el 82, recordemos que Galtieri tuvo su plaza y que Menem en 1990, también. No nos gusta esa parte de la población que manifiesta su orgullo de no haber ido por el chori y la coca. Es el desprecio mismo a las clases populares, al pobre. El desprecio a los morochos, a los que seguramente no estaban en esa marcha, con la gente bien enfundada en banderas argentinas con discursos de racismo y de odio.

Nos consideramos parte de ese pueblo que como Carlos Fuentealba, hace 10 años, un 4 de abril de 2007, fue a cortar una ruta por un salario digno, pero también por los pibes. Sí por sus estudiantes , por las condiciones en las que estaban las escuelas, por el cierre de cargos y otras cosas que muchas veces no se recuerdan; pero que se repiten. Condiciones edilicias y negligencia estatal que acabaron con la vida de Silvia Roggetti en el 2000, también muerta, también neuquina; atravesada por una barra de hierro, en una obra que estaba en construcción en el patio de su escuela mientras dictaba clases de educación física.
Nos quedamos con el Fuentealba que trabajaba por los pibes excluidos que no tienen, ni tenían vos, ni estima; con la Silvia que ponía el cuerpo con pasión y no con quienes quieren que haya clases de cualquier manera, con salarios bajos y escuelas sin las condiciones mínimas. Los docentes, acusados por la gente de esta misma marcha, de querer desestibilizar un gobierno; el mismo que recorta el presupuesto en educación, que habla con desprecio de “caer en en la escuela pública” y que no convoca a paritaria nacional, sin respetar la ley de financiamiento educativo.
Estamos inmersos en un gobierno de odio, que realza la imagen de la Argentina como hija de los blancos venidos de los barcos y ningunea a los pobres, negros y mestizos ubicándolos como sirvientes de los ricos. Este modelo  de gobierno está basado en el progreso económico individual, en el odio de clase, que no soporta ver que el de abajo pueda tener acceso a lo mismo que tienen ellos, de los Sarmientos, de la historia romántica de los Mitre. El realce de esa imagen evidentemente tiene sus adeptos y además muchos más años de historia de propaganda hegemónica.
Mientras se habla de diálogo, se reprime en los barrios, se llevan chicos presos, se desprecia e ignora a los docentes y a la escuela pública.
Hay una forma de condicionamiento social muy eficaz, que este gobierno maneja a la perfección y que está relacionada con los medios de comunicación y las redes sociales. Hay eso y esto otro que es el mismísimo fascismo que lleva adentro una capa de esta población argentina. Fascismo que despierta porque este gobierno lo habilita, por ejemplo con las declaraciones de un ministro de Educación que habla de Hitler como un “dirigente que no supo unir” o de hacer una “nueva campaña del desierto en educación”. Fascismo, miedo a que el pobre tenga lo mismo que yo, a que se subvierta el orden del statu quo; pero que ese, el mestizo, el indígena, el pobre cabecita negra; sea el que ponga el cuerpo en la guerra de Malvinas por ejemplo. Otra vez odio de clase.
Nos seguimos quedando entonces, y ahora más que nunca, con el maestro de pie cortando la ruta, porque la lucha también es pedagógica, porque queremos creer que como pueblo aprendimos con la organización y la lucha y con la tarea de hormiga de poner ladrillo a ladrillo, que es la auténtica. Sí hay logros y hay aprendizajes, hay movimiento y hay lucha…
Hoy más que nunca,

Carlos Y Silvia ¡PRESENTES!