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jueves, 15 de noviembre de 2012

JUJUY: PICANA ELECTRICA Y GATILLO FACIL.

Jujuy: picana eléctrica y gatillo fácilJujuy (Marcha).-La Policía de Jujuy en acción, reprimiendo a trabajadores de ATE
Por Belisario Sangiorgio. Organizaciones territoriales llegaron a Capital Federal para denunciar públicamente a la policía del gobernador Eduardo Fellner. La muerte de Juan Gómez revelaría una red de corrupción y narcotráfico.


Juan Martín Gómez era conocido en el barrio como “Sonrisa”, tenía 28 años, trabajaba como obrero de la construcción y vivía en la localidad jujeña de San Pedro cuando apareció muerto por asfixia el 17 de de junio de 2012, según indicaron las autopsias. El cadáver estaba en la casa de Matías González, agente en servicio dela Policíade Jujuy. “En varias ocasiones, un policía retirado y algunos policías en actividad lo obligaban y lo llevaban a Jujuy y a Bolivia para traer y vender droga, particularmente paco, como les sucede a muchos chicos de San Pedro”, dice un artículo redactado por la Agrupación 24 de marzo que será presentado hoy en Capital Federal.

Juan murió en minutos, pero el camino hasta esa noche fue largo. En 2012 había salido de rehabilitación y cargaba sobre la espalda una violenta historia de adicción a la pasta base. Fue en los pasillos del bajomundo donde conoció a los efectivos de la brava policía local. “Él había sido levantado varias veces por la Brigada de Investigaciones, y de todas las acusaciones que se le hicieron nunca se pudo comprobar nada. Una vez lo sacaron maniatado de la casa de una amiga y lo llevaron ala Brigada, donde lo esposaron con las manos para atrás, le tiraron agua fría y le pusieron una bolsa en la cabeza. Mientras soportaba estos tratos, veía como los policías ponían a hervir agua, que suponía que era para que ellos tomen mate. Jamás se imaginó que esa agua hervida iba a ser para su cuerpo”, explica el padre.
La versión oficial señalaba que Juan Martín entró a robar. “¿Quién va a entrar a robar ahí?, Esa casa es un aguantadero, el que entra es para dejar cosas, no para robar”, dijo una vecina del barrio donde apareció el cadáver. Hasta ese inmueble, según las tabas investigativas de los familiares, “Sonrisa” llegó citado. Varios vecinos, que permanecieron en el anonimato por miedo a represalias aseguraron haber visto al joven en la zona, horas antes de su que apareciera ultimado.
“Sonrisa” nunca dijo a su familia quienes eran los policías que lo torturaron, ni quiénes lo reclutaron para traficar. Quería resguardar la integridad de sus seres queridos. Simplemente señaló a un agente dela Brigada de Investigaciones de apellido Barbosa, como “el perro torturador”. Además dijo a las personas de su entorno que, mientras lo trasladaban herido rumbo al hospital, desde la comisaría una localidad llamada La Esperanza, los policías le dijeron: “¡Eh! Sonrisa, dejate de joder, ¿cuanto querés de plata para que te calles, para que te quedes piola?”.
Pero Sonrisa no aceptó el dinero. Una noche como cualquiera salió de su casa a las 19 luego de afeitarse y bañarse. Cargó crédito en el celular y se comunicó con su novia. “Bueno, bueno, te corto porque…después te llamo”, fueron las últimas palabras de esa llamada. Horas después, apareció muerto. A su familia le devolvieron los documentos y el teléfono celular de donde nadie pudo hallar pista, porque fue reseteado. “Mi hijo, cuando estaba en el cajón, tenía una sonrisa en la cara, no tenía marcas en el cuello. Lo que yo pienso es que lo llevaron a esa casa, lo desmayaron a golpes y, después, lo asfixiaron”, sostiene su padre.
Donde manda la mafia
Hay algo que los cerros verdes del Noroeste, crecidos hasta tapar la línea del horizonte, no pueden ocultar: el desequilibrio en materia de seguridad al que asisten las provincias organizadas feudalmente. Sobre todo, en las que limitan con Bolivia, Paraguay o Brasil. Eduardo Fellner, gobernador kirchnerista, no puede desconocer la escalada de violencia que protagoniza su propia policía.
“En Jujuy la policía quiere ser juez, decidir por la vida de las personas, golpeando, torturando. Está bien clarito. Si hay chicos que cometieron delitos, deben ser juzgados, pero la policía no tiene derecho a torturar con picana eléctrica, bolsas en la cabeza, agua hirviendo o simulacros de fusilamiento. Hay, además, una clara persecución a los familiares de las víctimas”, explica Pablo Juáres, referente dela Agrupación 24 de marzo.
-¿El caso de “Sonrisa” pone de manifiesto los vínculos entre la Policía de Jujuy y las mafias del narcotráfico?
-Creemos que si. Martín sabía mucho, sabía del teje y maneje que hay dentro de la fuerza. De hecho, el aparece muerto en la casa de un policía. Venimos a pedir que las autoridades tomen cartas en el asunto porque la mano está muy dura, sobre todo para los chicos de bajos recursos. Ellos son los que están siendo sometidos a las torturas: tenemos, seguro, un caso por fin de semana. Hay casos de chicos que han estado desaparecidos, y recordamos la dictadura, cuando los padres buscaban inútilmente de comisaría en comisaría. Se repite la historia. El aparato represor sigue vigente. Jujuy está aislado, es como si no perteneciera a Argentina. No hay respuesta de los gobiernos, ni provincial, ni nacional. Las denuncias se están haciendo públicas, ahora venimos a Buenos Aires para denunciar, esperamos que tomen cartas en el asunto. La mayoría de los medios locales no sacan a la luz estos casos. Cuando aparece un caso, ellos lo toman como una excepción, los plantean como casos aislados. Pero es mentira.
La larga lista
El informe que se presentará hoy incluye una larga lista de ocasiones donde tuvieron protagonismo la tortura y la persecución en San Pedro: “Cristian Marquet fue secuestrado por Toxicomanía en la plaza General Manuel Belgrano, a plena luz del día. Él contó que cuando lo llevaban, un policía decía por radio: a que no saben el regalito que les llevo, prepárense para el baile. Una vez en la comisaría, lo desnudaron, lo torturaron con golpes, picana eléctrica y le pusieron una bolsa en la cabeza. Cuenta que en un momento de la tortura escuchó, a lo lejos, la voz de su hermana. Reclamaba por él, mientras Cristian se iba desvaneciendo ante la falta de oxigeno. La presencia de su hermana fue fundamental: sino, me mataban”, dijo el joven.
En el informe citan, también, y entre otros, el caso de Emilio Gómez (21), un joven de San Pedro que padece un retraso madurativo. Un móvil de la policía lo levantó en la plaza de su barrio, en perfecto estado de salud (y sin razón). Apareció en silla de ruedas y convulsionando el 23 de septiembre de 2012 en el Hospital Guillermo Paterson. Despertó luego de varias horas. “Zafaste. Te trajimos del otro lado, pibe”, le dijeron los médicos.