Envíenos su nota, opinión o información al correo: delpueblo.prensa@gmail.com

jueves, 8 de diciembre de 2011

HISTORIA DE VIDA: GENTE DE FRONTERA (1ra parte)

Por Gustavo Tunesi

Esquel (GTP).- Algo apichonado por el viento y la lluvia me encuentro, recién llegado a Las Pampas, de andar por Apeleg, y encendiendo el fuego de la vieja y destartalada estilart, amiga que me abrigará esta noche. Allí suena la puerta y aparece Fermín, con la característica hospitalidad pampeana, para ver “como estoy”. Sana virtud, la de los Solís de aquí, la de preguntar al visitante cómo se encuentra, si llegó bien, si tiene frío, cómo está. En mi cambiante ánimo, la hosquedad se hace a un lado y da paso al diálogo fraternal, a esas palabras pausadas de por aquí, al escuchar, esperar y luego hablar.
Fermín me invita a su casa, a lo que accedo, porque total, en realidad, pensaba ir. Allí Rosa me recibe. Tras las preguntas de rigor sobre el tiempo y la familia, y exhibiéndome una apetecible fuente de ravioles con cordero, amablemente me pide los acompañe a la cena. Qué extraño es el espíritu de uno, que por un momento lamenté no estar solo en aquella casita junto a la estilart, divagando vaya uno a saber en qué, junto a una botella de vino tinto que había llegado conmigo al pueblo, y una vergonzosa caja de paty que en nada podía competir con el menú ofrecido al visitante.
Fermín y Rosa son mis amigos de años ya, habitantes de Las Pampas, o de la Comuna de Viglione, como gustan de llamarla últimamente. Junto a la mesa, y en compañía de dos gatos que recibieron no pocos elogios por su reciente combate ganado a la proliferación de ratones acaecida en el último invierno por la floración de la caña colihue, me preparo a degustar lo cocinado por Fermín, y un corcho, con seco sonido, queda abrazado al espiral, y es hecho a un lado sobre el mantel. Hay vino.
Ambos, con risueñas miradas, y ante mi expectante oído, me cuentan sobre el lugar, sobre el pueblo que es… que alguna vez no fue.
“Nosotros fuimos 10 hermanos”, me contó Fermín; “y todos de chicos teníamos para colaborar en la casa, para poder comer, a ordeñar las vacas, a juntar las papas... cuando estábamos del otro lado del río, en el campo. Aquí en la Aldea no había nada, solo la escuela, hecha con palos anudados, donde estaba el maestro. Había que andar para llegar a la escuela, mucho, y salir temprano de la casa, a caballo… Llegar, hacer unas cuentas, unas letras, y salir de vuelta para la casa, para ayudar y llegar antes de la noche… Andábamos a caballo, todo el día; mi padre tenía muchos caballos, teníamos para elegir. Poco aprendí de la escuela la verdad, más del campo.”
Aldea Las Pampas es una población de unas 200 personas, a 25 kilómetros al sudoeste de Río Pico, en cordillera chubutana. Unos dos o tres kilómetros de la frontera con Chile. Hoy en día con unos 300 o 400 metros de calles empedradas, señal de celular e Internet wifi, este pueblo le da paso prudentemente al progreso y a algunos adelantos, no sin refugiarse en su historia de paraje al margen del tiempo.
“Me acuerdo cuando trajeron el primer policía acá. De policía no tenía nada. Era hacendoso para el trabajo”, me dice Rosa, tras servirme un segundo plato de ravioles. “No sé qué tenía adentro, pero en las peores nevadas, esas de 15 o 20 grados bajo cero, en la pura musculosa andaba, era como que no existiera el frío para él.”
Rosa también es nacida y criada en la zona, en las cercanías de Lago 3, a unas leguas de lo que es hoy el centro de Aldea Las Pampas. “Y sí que ha cambiado esto a hoy, Gustavo…”, dice Rosa. “Me acuerdo en el ‘82 o el ‘83, cuando por vez primera llegó un gobernador acá, y por sorpresa, a la escuela, Don Viglione, y nos trajo el primer BLU, y desde acá habló con Alfonsín, no lo podíamos creer”, me comenta ella, sobre un momento trascendente de Las Pampas, al llegar la comunicación; y luego llegó el agua potable y la luz, “porque esto era al puro farol y agua del río nomás… Me acuerdo de un invierno bravo de aquel entonces, no podíamos ni ir al río de a pie, por la nieve, solo a caballo nomás, para estar alto. Al llegar al río con la pala y dale que dale nomás, para romper el hielo, y sacar el agua,…., y con 3 damajuanas de esas de 10 litros donde venía el vino, a llenarla de agua, una a cada lado del caballo y otra adelante, rápido para la casa, para el calor de la leña”.

(Continúa en los próximos días.)